Al final el senador Manuel Bartlett Díaz determinó que sigue siendo un hombre del sistema y guardar el secreto con el que carga desde hace 29 años, cuando como Secretario de Gobernación operó el aparato en favor de un candidato impopular como el priista Carlos Salinas de Gortari.

El fin de semana el exgobernador poblano había dicho al Diario Reforma que el expresidente Salinas de Gortari no había ganado la elección del lejano 1988 frente a dos candidatos notoriamente más fuertes, como Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano del Frente Democrático Nacional y Manuel J. Clouthier, por al Partido Acción Nacional.

Luego en una entrevista de radio matizó lo que había dicho horas antes: “El problema real es que se declaró ganador a Carlos Salinas sin cifras”. Se dijo sin conocimiento para decir si ganó o perdió. 

Quien conoce las reglas del sistema sabe que es materialmente imposible que un hombre como Bartlett Díaz pudiera ignorar lo que sucedía en un proceso tan competido como el que se vivió en 1988. Sólo un hombre podía tener los hilos de la maquinaria electoral después del Presidente de la República en turno: el Secretario de Gobernación. 

Hay reglas que siguen vigentes y una de ellas es supuesta legalidad sobre la cual descansa la legitimidad del sistema político mexicano, que lo mismo observa la clase política del PRI, del PAN y otras franquicias. Nada atenta más contra el coto de la plutocracia mexicana que un testimonio como el del exmandatario poblano.   

Y sin embargo es el mismo hombre que decidió romper con el PRI luego de ser senador por ese partido en el año 2000, ya con el primer periodo de alternancia en la presidencia con el panista Vicente Fox Quesada en el cargo; y el mismo Bartlett Díaz que hizo campaña por primera vez por el tabasqueño, su paisano, Andrés Manuel López Obrador.

Era él quien llamaba desde cualquier espacio o tribuna a evitar votar por la derecha y por un proyecto de izquierda. Como hombre del sistema se cuidaba de mencionar con todas sus letras el nombre de quien encabezaba el proyecto que él mismo veía como el más viable frente a las necesidades de la República.

El problema era cuando quien lo escuchaba sugería entonces como única opción, el nombre de Patricia Mercado, la excandidata presidencial del desaparecido Partido Alternativa Socialdemócrata, se quedaba sin respuesta. 

Cauto y hábil, decidió que mientras se mantenía en la curul priista, último cargo que ocupó como hombre del sistema, se debía evitar mencionar el nombre de quien en esa elección fue llamado el “peligro para México”. 

Casi 30 años después el Bartlett Díaz que fue Secretario de Gobernación; de Educación Pública; precandidato presidencial; gobernador de Puebla y luego en dos ocasiones senador, volvió a su condición habitual: el secreto se lo llevará a la tumba.