Algo más que la fuerza que se le atribuye a la Santa Muerte necesitará el Kalusha, supuesto autor de la muerte violenta de Erik Bolio, el muchacho que fue muerto por los impactos de bala que recibió a bordo de la unidad de transporte público el 29 de abril.

Bolio era un joven recién egresado de la carrera de Comunicación y pertenecía al Staff de trabajo de Gustavo Arteaga, un activista ciudadano que hace trabajo social desde redes sociales como @ZonaSegPuebla o El Arte de Servir, desde donde se plantea que es necesario fomentar “lazos solidarios y buscar la corresponsabilidad de las autoridades capacitando a la población en la cultura de la legalidad”.

El productor de radio intentó detener la agresión de un grupo de asaltantes a usuarios de la ruta 27 ese sábado, hace menos de ochenta días, lo que orilló a este gorila a dispararle, lo que convirtió a ese homicidio en el punto de partida de la ola delincuencial al que luego siguieron otros episodios igual de cruentos hasta que la oposición política convirtió en estandarte la inseguridad.

Corresponde a la Fiscalía General del Estado que el sujeto que aparece tatuado en la espalda con la temida deidad a la que siguen casi de manera exclusiva personajes de dudosa reputación, no libre la cárcel como un castigo ejemplar por tan condenable crimen que costó la vida a un muchacho que abrazaba al momento de su muerte un conjunto de proyectos en su especialidad.

No devolverá la vida a Erik Bolio la detención del personaje que le quitó la vida pero el trabajo coordinado entre las secretarías de Seguridad Pública del Estado y Municipio debe dejar en claro que más que discurso, lo que se requiere son acciones como la que permitió la captura de un homicida desalmado como el Kalusha.

Al fiscal, Víctor Carrancá, cuyo desempeño en el cargo ha dejado dudas e ineficiencia, advertir que un error en los procedimientos a la luz del Sistema de Justicia Penal que recién cumplió un año, podría poner en libertad al peligroso homicida, lo que resultaría en una afrenta más a la sociedad que muestra claros síntomas de agotamiento y hartazgo por la impunidad que se vive en esos ámbitos.

Subrayarlo es indispensable pues el deficitario trabajo de Carrancá ha estado más enfocado en cubrir las espaldas de la camarilla de su expatrón, Rafael Moreno Valle, que en ofrecer un trabajo profesional que deje satisfecha a la ciudadanía y al gobernador Antonio Gali Fayad.

La recuperación de la confianza en las autoridades estatales y municipales dependerá de que el asesino de Bolio se quede en donde debe, aún y que rece implore o invoque a la Santa Muerte que lo acompañará hasta su celda, pues la muerte de este muchacho no sea innecesaria.