Entrados en el camino de la alevosía, aquí le vamos al trapo como un victorino bueno a la muleta de El Cid. Ya se sabe, si los bovinos de lidia pudieran hacerlo, tendrían que preocuparse más de los taurinos que de los antis, porque la gente del toro, en su afán de saquear la fiesta, les hace más daño, que los otros cuando se desnudan, se untan salsa de tomate y antes de irse a zampar unos filetes, se ponen a gritar consignas pro defensa de la vida de los toros, que en realidad, son un acelerador hacia la desaparición de la especie.

De lo que les quiero hablar, es de enmendar la ruta.  Del camino que conduce a la suerte de varas como el aspecto crucial del futuro de la fiesta de los toros. En la actualidad, existen dos vertientes para llevarla a cabo. La pica de los camotes taurinos que son suaves y débiles, -tan del gusto de los diestros españoles que vienen a ser la América plan todo incluido-  debe hacerse apenas arañando la piel del cornúpeta una sola vez y a otra cosa muchachos. Con ello, se da al traste con la parte más recia de la lidia, la lanzada, y con la más vistosa de este tercio, es decir, la de los quites.

Por otro lado, están los puyazos que se les pegan a los toros bravos con edad y cuajo. En ese caso, el picador piensa que en lugar de a caballo va en un tanque y que en vez de una puya, tiene en la mano una ametralladora pesada Browning, y se ensaña brutalmente en contra del toro. Le pega tan fuerte, que tras ser separado del peto, el animal se queda parado y con un rebozo de sangre que encharca el suelo bajo las pezuñas. Adiós, a cualquier ilusión.

Si queremos que la anacrónica tauromaquia se salve, los aficionados a las corridas debemos entender que el eje central de la lidia es el tercio de varas y hay que defenderlo contra todo y contra todos, en especial -me da risa acompañada de un cólico intestinal- de los toreros.

Escribo sobre este punto por dos razones. La primera es que mi amigo Arturo Carvajal, me ha enviado la dirección electrónica de un video en el que se muestra una puya modificada que daña menos a los toros. La segunda es que mañana voy a Santa Ana Chiautempan, en el estado de Tlaxcala, a ver una señora corrida de toros de la ganadería de Tenexac, que son bravos y fuertes y que según la experiencia, serán aminorados de manera brutal en la suerte de varas.