Cuando el Grupo Jalado tocó uno de sus más sonados éxitos en el salón de eventos especiales GAD, sobre la 19 Sur en las inmediaciones de La Noria, el priista Mario Marín Torres, que gobernó Puebla de 1995 a 2011, no parecía muy acongojado por no haber sido convocado a la reunión de exmandatarios priistas con el dirigente nacional de ese partido: Enrique Ochoa Reza.

El último mandatario que tuvo el PRI en Puebla, hace dos periodos de gobierno, se levantó de la mesa de honor, tomó de la mano a su esposa Margarita García de Marín y se dispuso a gastar suela sobre la pista de baile, enfundado en su impecable traje oscuro. 

Horas antes del festejo de quince años de la hija del anfitrión, que estuvo amenizada por uno de los grupos poblanos más exitosos, había sido difundida la fotografía del dirigente nacional del PRI con un grupo de militantes que antes fueron gobernadores de sus respectivos estados. 

Marín Torres y otros exgobernadores no fueron convocados a ese encuentro que se inscribe en el contexto de los cabildeos para sacar en buenos términos la XXII Asamblea Nacional del PRI, que tiene su plenaria el próximo sábado 12 de agosto.

Ausencias notables como la del poblano, pero también la de Roberto Madrazo Pintado, el segundo excandidato presidencial en perder una elección en 2006, circunstancia que contrastó con la presencia de Francisco Labastida Ochoa, el primero en perder frente a Vicente Fox, en el año 2000.

Sin dejar de señalar la ausencia casi obligada del exgobernador de Sonora, Manlio Fabio Beltrones, exdirigente nacional priista, la lectura por los vacíos generados por Marín Torres, Madrazo Pintado y hasta el oaxaqueño, Ulises Ruiz, es que para el PRI de Ochoa Reza estos viejos liderazgos son menos que nada.

O lo son todo, según se vea. Y es que los escándalos que precedieron a cada uno de estos gobernadores y la merma que supuso la discutible forma de ejercer el poder en sus periodos sexenales contribuyeron a construir el enorme rechazo que la sociedad tiene respecto a los colores de este partido.

Y sin embargo nada de eso pareció inhibir mucho el buen talante con que el originario de Nativitas Cuautempan arribó al salón de fiestas este sábado a disfrutar de una buena cena, un buen baile y un adiós tempranero, acompañado de su señora. 

La política, al fin y al cabo, puede esperar porque prisa, ya no debe haber mucha. Es el tiempo que siempre termina por colocar a cada quien su sitio.