Los excesos de Ardelio Vargas, el policía poblano que despacha detrás del escritorio del Comisionado del Instituto Nacional de Migración, llegaron a la portada de la edición de agosto de la revista Playboy, lo que significa una ventana de exposición poco común para un funcionario del gabinete de Enrique Peña Nieto.

“Sabemos que somos famosas, modelos vinculadas a marcas muy respetadas en todo el mundo y jamás romperíamos la ley de manera deliberada, especialmente en un país como México, un país al que nos encanta venir (...) fuimos humilladas por la manera en que las autoridades nos interrogaron y privaron de la libertad”, dice el texto publicado en la página 38 de la edición.

Lo conseguido por el expresidente municipal de Huauchinango no lo ha podido siquiera su jefe superior inmediato, el candidateable del Partido Revolucionario Institucional, Miguel Ángel Osorio Chong, aún secretario de Gobernación.

Y es que Vargas Fosado y su carácter policiaco por quien múltiples voces se han hecho escuchar por la crueldad que impone en el trato hacia migrantes centroamericanos a su paso por territorio nacional, no pudo estar ajeno al trato que sus subordinados dieron a tres ciudadanas de origen francés, estadounidense y turco. Se trata de Marie Brethenoux, Luryn Elaine y Elif Celik, respectivamente.

Son las llamadas playmates de la afamada revista Playboy, cuyo tiraje en el país es de 120 mil ejemplares y que de acuerdo con un reporte de la editorial Expansión, 89 por ciento de sus lectores son hombres con una edad de entre 25 y 45 años de edad.

Fue cuando participaban de una fiesta en Mérida, Yucatán, en junio pasado, de pronto irrumpieron agentes del Instituto Nacional de Migración. Según la publicación de Playboy que ya inunda los principales expendios en el país. 

La publicación no ha alcanzado aún nombre y apellido de Vargas Fosado, pero la estela de maltratos a la dignidad humana permanecen aún incluso a su fugaz paso como jefe de la Policía Estatal en el gobierno de Rafael Moreno Valle, quien encabezó una gestión de línea dura y poco tolerante a la crítica, la manifestación de posiciones públicas contrarios al oficialismo y la disonancia.

Agrupaciones de comerciantes golpeados, vidrios rotos de autos de madres de familia que tuvieron el infortunio de encontrarse con las trifulcas organizadas por este policía y hasta padres de familia acusadas de robo, por hambre, forman parte de los agravios en Puebla. 

Migrantes maltratados y humillados; ahora las tres playmates, que para desventura del poblano, tienen una poderosa ventana de exposición como la edición de agosto que ofrece, sin querer ni mucha malicia, el desfigurado rostro de la política mexicana con el fenómeno migratorio en manos de este hombre que gusta responder cuando se le pregunta por su brutalidad policiaca que los operativos “no son tablas gimnásticas”. 

Vaya orgullo el del policía.