Sin necesidad de jugarle al agorero, los cambios en los estatutos del Partido Revolucionario Institucional (PRI) que se concretaron en Campeche y que serán ratificados el sábado en la plenaria de la XXII Asamblea Nacional, principalmente el que tiene que ver con la anulación de los requisitos partidistas para ser candidato a la presidencia de la República, son indudablemente un traje confeccionado para el titular de Hacienda y Crédito Público (SHCP), José Antonio Meade Kuribreña, a su medida y que no le queda a nadie más.

Sin embargo, esto no quiere decir que en automático el extitular de Energía y de Hacienda, también, en el sexenio del panista Felipe Calderón vaya a ser ungido candidato. 

En realidad Enrique Peña Nieto es el gran ganador con la apertura de los candados para que la candidatura presidencial del tricolor pueda ser para un simpatizante y no ya solamente para militantes con 10 años de antigüedad, cargos partidistas y candidaturas en su haber.

El presidente de la República hizo valer su condición de primer priista del país y jefe máximo del partido y no permitió que los intereses de algunos aspirantes, en particular el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, o del expresidente del tricolor, Manlio Fabio Beltrones, le escondieran ases a su baraja.

Así, además, concreta su interés de mandar el mensaje a los electores de que el PRI busca ciudadanizarse y por ello tiene ahora en sus Documentos Básicos también la posibilidad de postular a personajes de prestigio, sin que tengan necesariamente un pasado militante. 

Este guiño a los ciudadanos parece indispensable y es además el eje de la nueva cara que quiere mostrar el tricolor, pues sus números en las recientes encuestas son desastrosos. 

El PRI, a pesar de ser gobierno y haber librado bien el proceso intermedio de 2015, está entre los 15 y 17 puntos de aceptación, lo que significa que apenas cuenta con su voto duro, con su estructura, pero no está convenciendo a los ciudadanos apartidistas que, cuando salen masivamente a votar, determinan elecciones, como en 2000 cuando llevaron a la presidencia a Vicente Fox Quesada.

Al tricolor le urgen tres cosas, entre otras muchas, y por ello los cambios en sus estatutos que serán ratificados en la plenaria de la Asamblea, la mañana del sábado en el Auditorio Plutarco Elías Calles de su sede en la Ciudad de México, con la presencia de Peña Nieto.

La primera, desmarcarse de la imagen de corrupción y anquilosamiento que lo acompaña y que identifica a buena parte de su cúpula.

La segunda, un candidato que no tenga relación con la imagen del priista tradicional y que ofrezca, e su historia de vida y trayectoria profesional, la certeza de eficiencia y capacidad a los ciudadanos. Ahí está Meade, para ello.

Y tercero, una estrategia de alianzas eficiente y a prueba de traiciones. Para ello, el PRI espera contar con los partidos Verde y Nueva Alianza, más cualquier otro que quiera unirse y le sume al menos unos pocos votos.

La situación es de emergencia absoluta y por ello se han tomado estas medidas que a algunos les siguen pareciendo desesperadas.