Los sistemas democráticos de gran número de países en el mundo han vivido una evidente transformación, producto de  sociedades cada vez más informadas e involucradas en el desarrollo y bienestar de sí mismos y sus familias. 

En México, todos sabemos perfectamente que el sistema de partidos políticos, como entes que representan los intereses ciudadanos, está desgastado y requiere de una verdadera transformación.

Hoy en día la sociedad misma no se siente totalmente representada por alguna ideología partidista, eso como militante de uno de ellos, debo reconocerlo. Esto ha provocado una lejanía a este modelo y como consecuencia una fuerte apatía y rechazo. 

Hoy más que nunca, quienes formamos parte de alguna fuerza político-partidista, estamos llamados a reconocer las deficiencias de este sistema y los desaciertos que hemos cometido, lo que ha llevado a la sociedad a alejarse de nosotros. 

En esta realidad, ningún grupo se salva; quien diga lo contrario, está mintiendo. Le hemos quedado a deber a la sociedad y negarlo es como aquel alcohólico que no reconoce su flaqueza y por tanto, no puede iniciar un proceso que le cure de la enfermedad. 

El primer paso para poder cambiar de fondo y ser nuevamente portavoces de las demandas y necesidades de la población es conocer la autocrítica, el autoanálisis, purgar de dentro hacia afuera y tener la voluntad de mejorar.

En ese camino estamos algunos de los partidos del país. Porque es ahora tiempo de volver la cara hacia la gente y caminar con ellos y no por sobre ellos.

Estamos claros que es tiempo de la igualdad, de tal forma que aquel sistema que en algún momento fue dominado por los hombres, ahora encuentra un equilibrio y permite la participación por igual de las mujeres, de los jóvenes y de las personas con discapacidad.

Es tiempo de que los partidos le cerremos la puerta a la impunidad y a la corrupción, que tanto daño han hecho al país. 

Sobre esta renovación, no hablo solamente del PRI (partido en el que orgullosamente milito), sino de todas y todos quienes conformamos la clase política mexicana. 

Requerimos urgentemente una renovación integral e incluyente para ser más sensibles, dejando atrás nuestros egoísmos, trabajando por la sociedad antes que por los colores y siendo artífices de los verdaderos cambios que no pueden esperar más.

Permitir que el ciudadano también se involucre en la toma de decisiones y en los cargos de elección popular es un gran paso pues cada partido no es franquicia ni club social, sino organismos que emanan de la sociedad, de donde tienen su origen. 

Recobrar la credibilidad va más allá de palabras y discursos en época de campaña, sino de acciones que demuestran que estamos trabajando realmente por hacer lo que todas y todos esperan de nosotros. 

Insisto, algunos hemos iniciado el camino por esta ruta de cambio, porque al final, los partidos políticos debemos ser más democráticos, plurales  y abiertos.

Porque debemos construir una visión de futuro y una oferta política que nos lleve a construir una mayor cercanía y confianza con la ciudadanía para ser una opción real para continuar con la transformación que México ha iniciado.