El riesgo de cargar sobre los hombros con muertos del pasado es que tarde o temprano el hedor se convierte en un síntoma inocultable de putrefacción pública. 

Más o menos es lo que sucede con la presencia de Marcelo García Almaguer en el equipo del gobernador Tony Gali Fayad.

Como emisario del pasado, el consultor y burócrata de la administración pasada vendió una ocurrencia para lavar el rostro sucio de su condición irascible, que permitió instaurar un engendro llamado Comisión para la Protección de Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas, de la que él mismo forma parte.

La semana pasada un grupo de 24 organizaciones y más de 90 periodistas criticaron la falta de inclusión y transparencia de este mecanismo previsto en el ámbito federal, que encabezó el subsecretario de Derechos Humanos, Roberto Campa.

En realidad el cuestionamiento tiene fundamento a la luz del inicio de una política pública y de Estado encaminada a tutelar los derechos de los profesionales de los medios y de la promoción de las garantías individuales, tiene que ver más con la presencia de uno de los mastines de Rafael Moreno Valle, el gobernador que terminó por ser quien más hostigó a los medios y críticos.

García Almaguer es quien dicta línea en medios adictos al morenovallismo, bloquea iniciativas informativas de medios de información que toleraron con dignidad las embestidas del poder efímero del sexenio pasado y, al mismo tiempo, habla al oído de ese grupito con el tufo de la mala entraña para alentar la animadversión. 

La presencia de este enano del tapanco es ya un problema para la nueva administración. 

Las organizaciones que se dedican a la defensa del gremio periodístico al que García Almaguer no ha pertenecido jamás, comenzarán a colocar el modelo poblano como lo que no se debe hacer en el país, si es que se quiere en verdad proteger la integridad y trabajo de los periodistas y las organizaciones de derechos humanos.

“Tony Gali está limpio”, dijo hace unos días uno de los redactores y organizadores de la carta enviada al gobernador el jueves 17 de agosto. El problema es García Almaguer, el cancerbero de los intereses de su patrón perenne y quien ahora pretende vestirse con ropajes democráticos.

El cadáver del pasado ya comenzó a impregnar de hedor todo a su alrededor. Amenaza con llevar ese magma a quien le permitió mantenerse en su encargo burocrático como el pago de la cuota impuesta por los emisarios del sexenio anterior, aunque todo mundo sepa que además de eructar bilis, transpira sus propios enconos.