El mal entendido concepto de la equidad de género en la participación política, no es otra cosa que una aberrante práctica, que más que darle condiciones de igualdad, marca a las mujeres como seres carentes de capacidades, que requieren de un precepto jurídico para poder alcanzar un cargo de elección popular.

Sé que el párrafo anterior va a provocar la irritación de todas aquellas feministas que defienden las condiciones de igualdad con base en las matemáticas, y no en las capacidades personales de cada individuo sin importar su sexo.

Afortunadamente, son muchas las mujeres que difieren de esta modernidad de las leyes electorales, toda vez que consideran que más que enaltecer la condición femenina, la denigran.

Esta democracia sexista, que hoy ordena a los partidos a dar como mínimo la mitad de las candidaturas a las mujeres, deja abierta la posibilidad de que sea mayoritario el número de féminas, pero en ningún caso podrá ser mayoría los hombres, rompiendo así el supuesto concepto de igualdad.

Evidentemente, ahí las feministas ven en esta aberración matemática el simple pago de una deuda histórica, por lo cual no hay necesidad de detenerse a analizarlo.

Pero más allá de los números y de los equilibrios sustentados en un mandato de ley, ahora los partidos enfrentan un grave problema: encontrar de entre su militancia el número de mujeres para completar las candidaturas.

En partidos políticos con estructuras sólidas, que cuentan con organizaciones de féminas, les resulta menos complicado encontrar a sus abanderadas, aunque no necesariamente represente que sean los perfiles que puedan llevarlos al triunfo.

La tómbola de Morena con la que ha dejado a la suerte la designación, es un ejemplo de la forma en la que los partidos tienen que resolver la falta de candidatos preparados para un cargo de elección popular, pero si además, lo limitan únicamente a mujeres, entenderemos el porqué de la falta de profesionalización de nuestros políticos.

En el caso Puebla, Morena se puso la pistola en la cabeza, cuando decidió en su Consejo Estatal que la candidatura a la alcaldía de la capital fuera para una mujer.

Sin duda, para las férreas y aguerridas feministas, el problema es ahora encontrar una mujer en Morena que pueda contender por la alcaldía, y que en caso de ganar, pueda gobernar la cuarta ciudad más importante del país.

Suena muy fácil, pero ahora encuéntrenla.

Si nos trasladamos al PAN, PRI y PRD, hallaremos a mujeres que han ocupado cargos de elección popular y otras con experiencia administrativa; nombres como los de Miryam Arabián, Roxana Luna, Xitlalic Ceja, Blanca Jiménez, Socorro Quezada y hasta perfiles independientes como Amy Camacho pueden ser opción; pero —sin menospreciar a las militantes de Morena—, no veo un cuadro que le pueda pelear a Jorge Aguilar, Enrique Doger, Mario Riestra, Víctor Giorgana o Pepe Chedraui la alcaldía.

En Morena no deben olvidar que en el PRD le cargaron el peso completo de las elecciones de 2006 y 2012 a Andrés Manuel López Obrador, con los resultados que ya conocemos.

Si bien es cierto que el potencial de voto de AMLO es muy alto, también es un hecho incuestionable que habiendo elecciones locales, como en Puebla y muchas otras entidades, los candidatos deben aportar tanto o más que el abanderado presidencial.

Si reparten los nombres de Luis Miguel Barbosa, Alejandro Armenta, Rodrigo Abdala, José Juan Espinosa y Fernando Manzanilla en las diferentes boletas, sumados al de Andrés Manuel López Obrador en la presidencial, las opciones de triunfo serán mucho más altas, que si recurren a una tómbola llena de nombres desconocidos para definir candidatos y candidatas.

Ya bastante complicada resulta la tarea de encontrar 13 candidatas a diputadas locales y 8 federales, como para encontrar a una fémina con tamaños de alcaldesa de Puebla.

Y si de verdad quieren competir, o corrigen la plana en el Consejo Estatal, o se ponen a escautear para una adquisición externa, en donde tal y como ayer lo mencionamos, no veo más que a tres mujeres: Socorro Quezada, Roxana Luna o Nancy de la Sierra.

De lo contrario, no sólo perderán la capital, sino que le quitarán votos al candidato a gobernador y de paso a López Obrador.

Y para rematar, regresando al tema de la democracia sexista, ¿qué piensan las feministas de las mujeres que aspiran a un cargo de elección popular —incluida la presidencia y la gubernatura de Puebla— apoyadas en la trayectoria, capital y estructura de sus maridos?

¿Es eso equidad de género o beneficios de género?