Ya sé, se me ocurrió una variante sobre el concurso de la semana pasada: en Cholula podemos recolectar varios millones de pesos para la buchaca política con un deporte que los cholultecas podríamos practicar y hasta convertirlo en concurso internacional.

El juego se llamaría “atínale al hoyo más chico” y gana medio kilo de frijol y un cuartito de azúcar. El primer lugar se llevaría además 2 aguacates y una cajita con 12 pastillas para controlar la presión arterial. El segundo lugar obtendría medio litro de leche, 24 tortillas y una coca.

Así es, lector querido, sé que escribir estas críticas es tan inútil como pedirle a la reina Isabel Segunda —del Reino Unido—, que se vista de tehuana para cantar con Los Tigres del Norte en el cumpleaños de Peña Nieto. Pero no importa, a pesar de todo, escribir esto ayuda al drenaje biliar de mi vesícula y disminuye el riesgo de un ataque al miocardio a mi dolorido corazón. 

Obviamente, a mí me gusta escribir sobre la levedad del tiempo de un atardecer que, mece la copa de los árboles poco antes de abrir sus mantos verdes para guardar a los pájaros de la noche; pero esto puede ser tan intrascendente para nuestros alcaldes y gobernantes como las quejas de la ciudadanía. 

De cualquier forma tener la oportunidad de escribir para un medio es un privilegio (aunque sólo sea para mis cuatro lectores). 

La verdad, lo que intento, de todo corazón. Es que te olvides, aún que sea por un momento, de la angustia constante en que vivimos, del miedo, del horror a que te corten el cogote o de que desaparezcas en una coladera destapada o de que dejes la suspensión de tu carrito en uno de los obsoletos e inútiles topes del “Pueblo Mágico”, entre las múltiples tragedias más que nos agobian. 

Hoy, Cholula, más que “Pueblo Mágico” pareces embrujado, tu magia la tiraron por el caño…