El 21 de enero de 2016, en esta columna, adelantamos que el hospital de San Alejandro del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), iba a ser desalojado.

En ese entonces, se habían registrado revisiones de especialistas en Protección Civil, quienes señalaron que era urgente un desalojo, por lo que empezaría en febrero el traslado de enfermos, algunos al hospital de la misma institución en La Margarita.

Pero por órdenes superiores, sobre todo por temas económicos, se suspendió todo.

A pesar de que mediante estudios se reveló que el terreno donde está cimentado simplemente ya no sirve para soportar la enorme estructura.

Así que se tendría que reconstruir en otro lado.

Por fortuna, el edificio no colapsó en el pasado sismo, en verdad mucha suerte para los pacientes y trabajadores, dicen fuentes del mismo hospital.

Ahora San Alejandro, finalmente será demolido, porque la suerte no puede durar para siempre.

El sismo, entre lo bueno y lo malo

Entre tantas buenas historias del terremoto, también hay las malas.

Luego del sismo de este 19 de septiembre que ha mantenido en la zozobra e incertidumbre no solo a Puebla, sino a todo México, como en cascada han surgido actos generosos, que van desde la señora que regala tortas, hasta cientos de voluntarios que cargan víveres, ingenieros que revisan casas gratis y rescatistas que salvan vidas.

Pero como en todo, de entre miles de personas y actos de solidaridad incontables, surgen quienes no se tocan el corazón ni por asomo y casos de apatía y valemadrismo.

Y aquí les doy dos ejemplos:

Caso 1: tratamiento de lujo

Una joven que resultó lesionada por la caída de una barda, no puede salir del hospital Betania, institución que le está cobrando cerca de 200 mil pesos por su atención.

Karen Aileene Olvera Gómez, de 25 años de edad, se encontraba en la calle 7 Norte casi con esquina de la 6 Poniente, cuando ocurrió el movimiento telúrico.

Al tratar de resguardarse y buscar un lugar seguro, salió hacia la calle, pero en el momento más intenso del sismo, salieron volando piedras grandes al parecer de una marquesina.

Las piedras le cayeron en la cabeza, hombro y espalda, por lo que dada la gravedad de las lesiones, fue tratada de llevar a un hospital de emergencia.

“Tratamos de buscar atención médica, pero por la emergencia no nos recibieron y nos concentraron al zócalo. Motivo por el cual solicitamos el traslado al hospital UPAEP, pero no nos recibieron”, señaló José Luis Olvera, papá de Karen

Finalmente fue trasladada al hospital Betania, por la urgencia, donde actualmente se encuentra internada.

Luego de dos días hospitalizada, ya tiene un adeudo cercano a los 200 mil pesos.

Aunque los familiares han solicitado el cambio de hospital, algún descuento o una oportunidad de pagar poco a poco, el nosocomio particular, se niega a apoyarlos, hasta que se cubra lo adeudado.

Caso 2: la comida rechazada

Por la noche de este 21 de septiembre, comerciantes del mercado Independencia, se organizaron para llevar comida preparada a damnificados, como arroz, frijoles, milanesas, consomés, moles, entre otros platillos, todo en grandes cantidades.

Por su trabajo, salieron alrededor de las 10 de la noche en busca de a quien apoyar, pero empezó su calvario.

Acudieron al Centro Expositor y zócalo de Puebla, donde les dijeron que no había personas albergadas, ni nadie a quien pudieran dar la comida, por lo que les recomendaron ir a Atlixco, donde había muchos afectados.

En su camino hacia Atlixco en una camioneta, se encontraron a más personas que como ellos llevaban comida preparada y no perecederos.

Así, al llegar al municipio de Atlixco, ya se habían juntado por lo menos diez camionetas llenas de víveres, algunas procedentes de Tula, Hidalgo y Toluca, Estado de México.

La camioneta procedente de la capital del Edomex, llevaba mil pastes para regalar.

Consultaron a policías municipales, quienes ignoraron dónde podrían acudir, con el típico “no pues quién sabe joven”.

Así, preguntando y dando vueltas, finalmente la caravana llegó al centro de acopio del recinto ferial, donde también fueron rechazados.

En este lugar hablaron con militares, quienes les dijeron que mejor fueran a otro lugar porque ya estaban llenos de víveres no perecederos.

“Váyanse a Metepec”, les dijeron los del centro de acopio, por lo que toda la caravana llegó a Metepec, donde se encontraron a más personas tratando de entregar ayuda.

Pero los trabajadores de la presidencia auxiliar, incluido su presidente Yuren Barrera Ovando, les dijeron que ya no quieren tortas ni sándwich, que todos los estaban tirando.

Además de que no había ningún albergado, ya que la gente aunque dormía afuera de su casa, no querían dejarlas, porque estaban robando.

Incluso, algunos pobladores les relataron que ya se habían enfrentado con ladrones, ya que los militares y policías no se adentran en el poblado y solo hacen presencia en la entrada.

Por lo tanto, les dijeron que si querían dar la comida, tendría que ser casa por casa, bajo su propio riesgo de ser asaltados.

Cuando le solicitaron al presidente auxiliar de Metepec, unas patrullas que los llevara al recorrido, los ignoró y después desapareció.

Fue así como quince camionetas llenas de víveres, optaron por regresarse, no sin antes cenar con gente de la presidencia auxiliar y contados pobladores que se acercaron.

Así, la comida y los mil pastes, regresaron sin ser entregados.