La rectoría de la Universidad de las Américas Puebla emitió un comunicado en el que anticipa que su campus no será cambiado de sede, como ya sucedió con el patronato de ese centro de estudios universitarios, que ahora radica en Guadalajara, Jalisco, documento con el acta de protocolización publicada por el autor de esta columna el jueves 12.

Menos mal pues desde que Guillermo Jenkins Anstead fue nombrado beneficiario directo del Patronato de la Universidad de las Américas Puebla y de la Fundación Mary Street Jenkins, que este mes de octubre habría cumplido 63 años, no han hecho sino actos de rapacería de las instituciones creadas por el filántropo William O. Jenkins.

En una primera entrega el 7 de septiembre, se documentó el saqueo que habrían hecho de una fundación cuyo capital llegó a los 3 mil 750 millones de pesos, su traslado a distintos lugares fuera de Puebla hasta parar en Panamá, uno de los sitios considerados por especialistas en lavado de dinero por la flexibilidad legal.

Para ello crearon una figura distinta, como la Fundación para el Desarrollo Latinoamericano SA de CV, certificada ante el primer notario de Circuito de Panamá, Roberto R. Rojas G., y cuyo instrumento notarial quedó asentado con el numeral 15 mil 543.

En ese cambio 23 bienes quedaron incluidos entre los que destacan predios con edificios emblemáticos en la capital del estado como un edificio de la UPAEP, clubes Alpha, el Colegio Americano y Loyola y hasta el centro comercial El Triángulo.

Contrario al criterio del creador de la Fundación Mary Street Jenkins de que la descendencia de sus hijos debía devengar sus ingresos como una forma de honrar el trabajo y esfuerzo de la familia, Jenkins Anstead decidió incorporar a su parentela: Roberto, María Elodia Margarita y Juan Carlos Jenkins de Landa, además de Elodia Sofía de Landa, madre de toda la dinastía.

Lo que siguió fue el proceso de desmantelamiento de la herencia del próspero empresario textilero de origen estadounidense que según testimonios de la época, fue todo menos un frívolo despilfarrador de su riqueza desde que se radicó en Puebla y cuya muerte sorprendió en 1963, a los 85 años de edad.

Dueños de una reputación discutible, los nuevos patronos de la fundación que antes fue pilar de obras de beneficencia para la sociedad poblana, anunciaron una donación a través de un órgano de divulgación filantrópica en México como ExpokNews impulsado por HSBC, consistente en 50 millones de pesos para los damnificados por el sismo del 19-S, que aún no se hace oficial y tampoco se ha materializado.

El anuncio a través de este medio de difusión especializado carece de sustento pues tras los ajustes sufridos desde que primero fue llevada a Aguascalientes y luego a Panamá, dejaron a la fundación con los 90 millones de pesos originales con los que el creador contribuyó. 

Prometer no empobrece, dice el refrán: en el momento en que se hayan desprendido de esos 50 millones, habrá comprometido más de la mitad de los fondos disponibles para financiar obras de beneficencia.

Con este largo historial que no está exento de acusaciones formales ante la Procuraduría General de la República y la Unidad de Inteligencia Financiera de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público hay que celebrar el escueto boletín que dice que la UDLAP se queda en Puebla. No vaya a ser.