Don Lencho se traía una cara de pena peor que la de un candidato rechazado por su partido. ¿Y esa cara Don Lecho?, pregunté.

—“Mi compadre pasó a mejor vida, se fue al otro mundo”.

—¿Al otro mundo?

—Sí, repuso, murió.

Le di un abrazo y cada quien jaló para su barrio. Sin embargo yo me quedé apenado y confuso, por las afirmaciones de Don Lecho: “Su compadre pasó a mejor vida, se fue al otro mundo”.

Recordé las historias y las leyendas de aquí, y de otros países que, afirman que la persona al morir pasan a “mejor vida”, a otro mundo: el paraíso de la caza, el nirvana, el cielo, etcétera. En nuestro país se celebra “el Día de Muertos”, ellos los difuntos regresan de algún lugar a convivir con sus parientes y, así por todo el mundo.

Entonces, ¿cuál es el mundo real?, ¿éste o el otro?, ¿por qué siempre se piensa que en el “otro”, siempre se habla de una mejor vida?  Esto no es sólo una costumbre de nuestro país, sino que también se menciona en todas las religiones del planeta. Se piensa que las personas que pensamos en la existencia de otra vida, en otro lugar que no vemos, somos una bola de incultos, cuando que científicamente se ha probado la existencia de un cuerpo energético existente en todos los seres vivos.

Cosa que es bastante lógica, puesto que nuestro cuerpazo está hecho con átomos, con protones y electrones que emiten radiación y fotones, luz en pocas palabras, como fantasmitas. ¿A dónde va esa energía cuando abandonamos el esqueleto?, ¿al otro mundo? ¿Cuál será el mundo “real”?, ¿este  o el “otro”? ¿Acaso soy de los que piensan que solo existe lo que veo, lo que huelo, toco, oigo o saboreo? ¿Qué si  Galileo hubiese pensado así: todavía pensaríamos que el sol y todo el sistema solar gira alrededor de la tierra y que la tierra es plana.