Si en la agenda de riesgos de cara al proceso electoral de la Secretaría General de Gobierno no figuraba el municipio de Los Reyes de Juárez, ahora su titular, Diódoro Carrasco Altamirano, deberá poner especial atención si es que no quiere pasar a la historia como el más ineficaz responsable de conducir los hilos de la política en un estado como Puebla, al que es ajeno.

Y a menos que haya consigna para desestabilizar la hasta hace unas semanas apacible vida de una demarcación que se había mantenido al margen de la truculencia del huachicol que inunda a los municipios vecinos como Tepeaca y Acatzingo, los delegados de Diódoro Carrasco deben tener ya en la mira al responsable de los disturbios de los últimos días que pudieron haber terminado con un baño de sangre.

Se trata de Manuel Herrera Ponce, un ex edil de ese municipio que llegó a ese cargo de la mano del Partido de la Revolución Democrática, en la alianza que cobijó al jefe del grupo político, Rafael Moreno Valle, en el periodo de 2011 a 2014, la primera mitad de un gobierno del que, ahora se sabe por un fallo del Grupo de Trabajo sobre Detenciones Arbitrarias de la ONU, fue capaz de perseguir por razones políticas a sus enemigos. 

Este aliado del morenovallismo anticipó que regresará a hacer campaña otra vez por la presidencia municipal, no obstante enfrentar una denuncia penal por parte de la Auditoría Superior de la Federación ante la Procuraduría General de la República por una malversación de más de 4 millones de pesos por obras no concluidas.

Entre agosto y lo que va de este mes, han ocurrido dos linchamientos y un intento que terminó con una turba comandada por una camarilla de no más de 20 personas, que quemó una patrulla en la planta baja de la sede del Ayuntamiento, dañó otras dos que recién se habían adquirido, rompió vidrios, estropeó computadoras, incendió documentación, por el “enojo” provocado porque no les permitió matar al presunto ladrón de un triciclo.

Son acciones que se dan con una agilidad sorprendente y una beligerancia extrema. Muy bien organizadas. Las cometen siempre las mismas personas, que convocan a decenas de curiosos y utilizan reiteradamente la misma logística de acción, entre ellas un muchacho de 23 años de edad afectado de sus facultades mentales de nombre Félix Cruz Rivera.

Luego se supo que había otras dos personas en la comandancia municipal en esa noche del viernes pasado, arrestadas por una riña de borrachos —a uno de ellos lo acompañaba un menor de edad—, quienes también hubieran terminado asesinadas, si los policías no se atrincheran a piedra y lodo de la turbamulta azuzada por unos pocos, entre quienes se sabe, están infiltrados los enviados del perredista ansioso de provocar la desestabilización para beneficiarse de la crispación.

En la turba desbocada, en la que en realidad la mayoría son curiosos y los operadores de la violencia son unos cuantos, hay un interés y se busca un efecto específico. Son muchas las coincidencias, tantas que están en el terreno de lo inverosímil. Que cada quién saque sus conclusiones y que el funcionario que despacha en Casa Aguayo haga su trabajo.