Al salir el primer cárdeno me sentí muy confundido. Como si la vida me hubiera hecho una jugarreta y me estuviera revolviendo los eventos y las fechas, igual que cuando uno se despierta a media mañana, después de haberse puesto hasta las orejas de mezcal el día anterior. ¿Qué no la corrida de toros era anteayer?. ¿La soñé, me la contaron, la imaginé o de verdad, la viví?. Nada de eso, tardé unos segundos en ordenar las neuronas y lo tuve claro: “Es que dos días antes, en el cartel estaba anunciada una figura del toreo, mi Toño, por eso, pareció novillada, pero la de los tres añeros es hoy”, me dije y los pensamientos se organizaron.

Fue como si algún bromista hubiera cambiado los encierros y el de Xajay para el mano a mano entre Sebastián Castella y Sergio Flores, correspondiera a los novilleros y este del que les voy a hablar, con muy bonita presencia, trapío, bravura, edad reglamentaria y que lidiaron los jóvenes aprendices, debería haber sido para los toreros de alternativa.

No sé, a veces quisiera acudir al sicólogo y contarle mi insensatez: “Doctor, es que soy aficionado a los toros en este país de mis partes nobles, llamado México, y por ello, vivo de espejismos, desengaños, ofuscaciones, entelequias y sueños fallidos. He llegado a tal punto de demencia que ahora, soy capaz de ir a ver un encierro de Xajay en Tlaxcala”.

Me ahorraré la consulta, escribir también es una terapia. Por eso, se los cuento a ustedes. Además, cada uno de los novillos de De Haro también fueron curativos, bálsamos para nuestra aporreada afición. Miren, empezaré por la forma, todos fueron guapos, entipados, cárdenos, hondos, de cabeza triangular y hociquito chato, fuertes, armoniosos, y eso habla de raza. En cuanto al fondo, la novillada salió como esperábamos: muy  brava y con movilidad. Forma y fondo de la hermosa casta de Del Saltillo. Emotivos todos, hasta el malo que, por cierto, nunca debe faltar en una media docena de divisa encastada. Hubo tres con muy buen estilo que acomodaban la cabeza, nobles, claros y fijos, uno de ellos de nota superior. Los otros tres no tanto, sin embargo, todos fueron morlacos muy interesantes. ¡Un lujo!.

Más allá del arrastre lento que le dieron a uno de los utreros y más allá de que los muchachos estuvieron por debajo del poderío táurico, nos queda el buen sabor de boca de haber sido testigos de un evento taurino como está mandado. Unos y otros, nos hicieron recordar que a los toros va uno a emocionarse, no a pegar corajes. Novillos bravos y novilleros empeñosos y valientes, porque José Mari Macías, Gerardo Sánchez, Ulises Sánchez, Manuel Astorga, Rafael Soriano y José de Alejandría, unos para adelante y otros como los cangrejos, se pusieron ante los merengues que no se ponen los consagrados, por lo menos, en Tlaxcala, ¡Qué paradójico!.

Los novillos de De Haro eran para ser desorejados, dos para triunfo grande y uno para faena antológica, si los novilleros hubieran podido, pero no pudieron. Lo que los chicos querían era pegar muchos pases y eso sí, los pegaron.

En fin, la vida es compensatoria y esta novillada fue como un té de boldo para la bilis derramada el dos de noviembre, día decepcionante y memorable, el de la corrida chica de la fecha grande. Si a Javier Sordo le pegamos la silbatina de su vida, a Antonio de Haro lo sacamos a saludar al tercio, ovacionándolo compensados y agradecidos, contentos por sus emotivos toritos cárdenos de casta brava.