Sin darnos cuenta, poco a poco, una sombra de poder, de apariencias y de hipocresía nos cerró los ojos y el alma. Miedo a vivir. Desde cuándo no vivo en libertad; ya lo olvidé. Por desgracia, el temor nubla la razón y el pensamiento claro. Ya no pienso, solo sobrevivo y no sé por qué. 
 
 
Vinieron a mi mente las sabias palabras de mi viejo amigo Ángel: ¿Sabes?, la gente no se ha dado cuenta de la peor epidemia que está acabando al ser humano y que lo está destruyendo totalmente. 
 
—El cáncer, aseveré con seguridad. 
 
—No chaparro, es el miedo.
 
—¿What?
 
—Así es: es tan terrible que la gente, o sea, todos, tenemos la misma reacción “yo no tengo miedo”. 
 
Piénsalo chaparro. Tanto miedo padece el mega rico como el más pobre de los pobres, el súper poderoso como el que apenas sobrevive, el soldado como el prisionero, el médico como el enfermo, el padre como el hijo, etcétera , etcétera.
 
El miedo. No supe qué decirle al viejo Don Ángel, porque comprendí algo que me había dicho con anterioridad: que el miedo lo produce el apego, el apego a las cosas, al poder, al éxito, etc. Sin embargo el apego más difícil de vencer es el miedo a perder lo que consideramos nuestra propia preciosa vida, pensando que nuestro cuerpo somos nosotros, cuando que en realidad nuestra vida es mucho más que eso, un simple esqueleto. 
 
Por desgracia es lo que nos han hecho creer, y lo más absurdo es que hemos llegado a creer que así es.
 
Don Ángel se puso su sombrero, y yo me quedé mirando al cielo.