Desde su arribo al poder, el ex gobernador Moreno Valle tomó la decisión de establecer un régimen monárquico y monolítico en el que la única figura venerada debía ser la de él y la de nadie más.

En sus dos primeros años de gobierno, la prohibición fue absoluta, nadie podía moverse y mucho menos brillar políticamente, bajo la amenaza de ser desterrado del reino morenovallista.

Ante la elección intermedia local y tras dos años de mandato, Rafael no tuvo más remedio que dejar crecer a uno de los suyos, para perfilarlo por la alcaldía de Puebla.

El momento en el que Tony Gali se convirtió en la carta por la presidencia municipal, marcó el destino político de Casa Puebla, porque en la mente del entonces Señor de Los Cerros no cabe la posibilidad de que más de uno le pueda robar brillo y mucho menos que le robe un ápice de poder.

De ahí que las carencias de perfiles políticos hoy tengan al morenovallismo en una encrucijada creada por el mandamás de este grupo político.

Es tal la obsesión por la acumulación del poder y por mantener el régimen monolítico, que después de Tony Gali, solo una persona pudo crecer —quizá sin proponérselo— en medio de las advertencias de disciplina y entreguismo al todopoderoso.

Por obvias razones, la única que logró rebasar las fronteras del control morenovallista es su esposa. En buena medida por lo que representa su condición civil, además de que la presidencia del DIF es un trampolín natural para quien tiene aspiraciones políticas. Pero probablemente la más fuerte de las razones, es que desde la posición marital es muy difícil limitar y controlar.

Puede parecer extraño, pero como le sucede a muchos mexicanos, el endiosamiento de un hombre de poder, puede encontrar en su esposa a la suela de sus zapatos.

Aunque hay quienes aseguran que la versión de que Martha Érika Alonso es la única capaz de contradecir e imponerse a su esposo, también hay quienes aseguran que es una puesta en escena para generar condiciones favorables para el retorno a Casa Puebla de esta pareja.

Son constantes las voces al interior que aseguran que Martha Érika no quiere la candidatura y que en diversas ocasiones le ha rechazado la candidatura, aunque en los hechos, la hiperactividad política de la Secretaria General del PAN dice exactamente lo contrario.

Así las cosas, más allá de las estratagemas morenovallistas para hacer o no candidata a Martha Érika, la realidad es que el PAN estatal no tiene más que esa carta para jugar.

Y es que en la lógica morenovallista, la única posibilidad de que la señora Alonso no sea la candidata, estriba en la eventual candidatura presidencial de Rafael, en donde piensa que siendo el abanderado panista a la grande, no importa quién sea el candidato porque en Puebla él lo hace ganar.

De ahí que desde la casa de operaciones electorales del morenovallismo, no se hayan preocupado por crear un auténtico plan B, con el creciente inconveniente de que una ruptura con Ricardo Anaya podría abrirle las puertas al panista mejor posicionado en el estado —empatado con Martha Érika— que no es otro que el odiado Eduardo Rivera.

En conclusión, las únicas cartas de sucesión desde el inicio de la era morenovallista han sido Tony Gali y Martha Érika Alonso; la primera con los resultados ya conocidos y la segunda, es la gran incógnita, de la que depende la sobrevivencia del ambicioso sueño presidencial.

Ahora la pregunta es: ¿la carta de Rafael será la carta ganadora?

Veremos y diremos.