En medio de la desaforada carrera por tirar a Ricardo Anaya de la candidatura presidencial por el Partido Acción Nacional, el ex gobernador Rafael Moreno Valle casi echó por tierra la posibilidad de negociar Puebla como plaza propia e imponer candidata al gobierno estatal en 2018.

Ese fue el mensaje que envió al dirigente nacional esta semana a través de la columna Serpientes y Escaleras de Salvador García Soto en El Universal, lo que confirma además que las posturas de Anaya y el ex mandatario se ubican en dos polos distantes e irreconciliables.

En efecto, García Soto publicó un análisis sobre la posición que ocupan los dos perfiles más visibles en el Frente Ciudadano por México, que integran el PAN, PRD y Movimiento Ciudadano.

“Así que el choque real que viene en el FCM es entre Miguel Ángel Mancera y Ricardo Anaya Cortés. Sólo hay dos cosas que impedirán que estos dos políticos se enfrenten en una lucha directa de cuyo procedimiento depende el Frente: una complicación mayor en la Ciudad de México y su compleja reconstrucción (...)”. 

Pero un párrafo anterior, se describió la percepción generalizada sobre un acuerdo cupular, como premio de consolación al final de este periodo interno panista: la plaza de Puebla como coto de poder.

“... al mandatario poblano se le ve como un aspirante que, al final, negociará con el dirigente de su partido por el control de su estado”, escribió el periodista.

Al día siguiente Moreno Valle reviró, según el mismo espacio de opinión: Rafael Moreno Valle se comunicó para decir que no va a negociar nada (...) “Cómo voy a negociar algo que yo ya tengo”.

El impuso del aspirante a la candidatura describe una condición que ya trasciende más allá de la sala de discusiones en el CEN del PAN: entre Ricardo Anaya y Moreno Valle no hay arreglo y en medio de la polarización el ex gobernador se quedará sin ninguna de las dos posiciones. 

Estiró la liga al máximo y en política ese es un error de cálculo que tiene costosas facturas.