Por increíble que parezca, para el priismo poblano parece no pasar el tiempo. Al igual que lo hacían en los tiempos en que Guillermo Jiménez Morales, Mariano Piña, Manuel Bartlett y otros, el PRI duerme el sueño de los justos esperando que en el Presidente de la República emita la señal que determine al candidato a gobernador.

Parece que no han entendido nada. Los tiempos ya cambiaron y mientras Morena ya tiene en la figura de Luis Miguel Barbosa al que será su candidato, y en el PAN todos saben que será Martha Erika Alonso su abanderada; en el PRI siguen jaloneándose mientras llega la señal divina.

Y para aumentar sus problemas, el nuevo escenario electoral de Puebla, que empata la elección federal con la local, complica la decisión, al tener que esperar a que exista candidato presidencial para que sea un fallo conjunto entre Peña y el hoy tapado, que defina al candidato a gobernador por el PRI.

Dijera el viejo sabio: “Están viendo y no ven”.

De ahí que sea Juan Carlos Lastiri o Enrique Doger, su realidad parece estar marcada por la anacrónica forma de hacer política de la cúpula de su partido.

De qué les va a servir ser candidatos, si los van a mandar a una guerra de tres ejércitos en la que dos de ellos llevan meses preparando tropas y arsenal.

Si como se ha dicho, antes de que termine el mes los priistas ya tienen gallo para la Presidencia, lo lógico sería que, acto seguido, definieran a sus candidatos a gobernadores de inmediato.

Pero la pasmada actitud del PRI provocará que sea hasta enero, o quizá febrero, cuando tomen la gran decisión.

Una decisión que por tardía, les puede resultar fatal.

Y mientras tanto, Barbosa y la señora Alonso recorren todo el estado en franca y abierta precampaña; Lastiri está metido en la reconstrucción del temblor en la zona menos poblada del estado y Doger desde el escritorio de la Delegación del IMSS, buscando terreno para reubicar San Alejandro.

Y luego no digan que fue una elección de Estado, que los chamaquearon o que perdieron porque AMLO andaba en campaña desde 2006.

Si no entienden que los tiempos ya cambiaron, que tienen una elección cuesta arriba, que los números no favorecen y que están dormidos en sus laureles, ese ya es un tema que le compete estrictamente a quien toma las decisiones en el PRI, que no es ni Jorge Esteban, ni Enrique Ochoa. Se llama Enrique Peña Nieto y parece estar muy entretenido jugando al tapado presidencial, mientras en los estados donde habrá gubernaturas en disputa, se comen las uñas en espera de los respectivos dedazos.

Al parecer, el reloj político del Presidente está descompuesto y nadie se lo ha comunicado.

Y es que la gran decisión debió tomarla desde hace como un mes; no menos, como cinco.