La realidad en términos generales es el mundo de objetos y personas que nos rodea de manera inmediata y con los que interaccionamos todos los días. 

Algunos especialistas en el tema dicen, entre ellos Luckmann y Berger, que la realidad de realidades es la vida cotidiana. Y esa es la realidad, no en un sentido de verdad sino de vida vivida socialmente.

En una sociedad en la que existen jerarquías sociales como la nuestra, la realidad es algo más que una realidad de simples interacciones entre cosas, seres vivos y humanos. 

La realidad social se encuentra atravesada por relaciones de poder. Y, para los autores ya citados arriba, el poder participa de su configuración.

Aunque esa consideración la hacen muy escuetamente, aquí magnificamos esa apreciación y reafirmamos precisamente que, efectivamente, la realidad es un producto social de cuya constitución participan los grupos que ejercen el poder a su interior en tiempos normales.

Lo hacen a través de diversos mecanismos, sin que esto excluya, por supuesto la resistencia.

Uno de ellos es el de construir ideas que se transmiten por la vía discursiva, que Berger y Luckman llaman la construcción “universos significativos” (aunque el concepto es mucho más amplio), a través de los cuales imaginan un escenario para consumo social y, a la par, toman medidas para darle objetividad a ese pensamiento traduciéndolas en conductas sociales.

El punto es que, en nuestra opinión, esos universos significativos y la manera en que toman forma en la conciencia individual o grupal y sus prácticas, no siempre es estática. Si bien es cierto que el poder participa de su configuración, quienes resisten al poder también tienen la oportunidad hasta donde alcanzan sus fuerzas para inclinar (parcial o totalmente) a su favor esa realidad de realidades, su vida inmediata, cotidiana.

Aquí habría que precisar que la vida cotidiana es algo diferente para cada quien, porque su configuración y la manera en que cada quien se acerca a ella tiene que ver con las relaciones de poder que tocan la puerta de esa cotidianidad y la manera en que el poder es recibido en ese ambiente cotidiano por los individuos o grupos: resistencia, aceptación o adaptación.

La violencia social que ahora se vive, construida socialmente desde la cúspide de los poderes locales y externos, que alimentan al conglomerado militar norteamericano de venta de armas lo mismo que para gobiernos que de grupos del crimen organizado, parece no tocar fondo y ahora todos los rincones del país se encuentran inmersos en ese clima de miedo y muerte.

Mientras en el ámbito social se respira terror y violencia, los gobiernos tratan de apaciguar con discursos y datos estadísticos a las víctimas de esta política criminal dirigida contra la población. En el fondo de lo que se trata es de que la violencia siga haciendo su labor como hasta ahora, desarticulando y devastando la vida y confianza social.

La estadística, quienes la ponen en juego, desempeña un importante papel: la de desarticular la vida cotidiana y social de su realidad para transformarla en un número, frío, calculador y desactivador y desarticulador de lo social.

La disputa en cuanto a las cifras por lo general no tiene mucho sentido cuando la esencia de lo fundamental de los hechos nos pasa desapercibida. 

Poco a poco se crea un sedimento a base de cadáveres y de población devastada emocionalmente, que pasan a ser parte de los datos estadísticos, en donde la realidad es aprehendida como un dato que redirige la mirada de cuestionamiento del ejercicio del poder y lo traslada al número. 

Para los traficantes de la muerte, la cifra puede subir o bajar, pero la dinámica de muerte no cambia.

A los infelizmente sacrificados, secuestrados, los y las desaparecidas, se les debe recuperar sociobiográficamente. 

Conociendo sus vidas, sus anhelos truncados, su actividad familiar, social, laboral, sus sueños y frustraciones. Es importante reconstruir el “universo significativo” para los que han sufrido de la violencia y el poder.

Se debe mantener el dato como una referencia secundaria y colocar por encima del dato la vida vivida, cotidiana. Reconstruir la realidad de realidades de donde fueron brusca y violentamente expulsados cientos de miles de mexicanos.