El golpe más fuerte al ex gobernador, Rafael Moreno Valle, y su grupo no vino de los feroces grupos antagónicos en Puebla, casi todos ubicados entre radicales de la izquierda, de asociaciones sociales o el activismo.

Y ni siquiera cuando la policía, a cuyo mando estaba el impresentable Facundo Rosas y sus mandos delictivos, arremetió a golpes de tolete y proyectiles de gas lacrimógeno contra la población iracunda de San Bernardino Chalchihuapan, que terminó con la vida del niño José Luis Alberto Tehuatlie Tamayo, que en julio de 2018 habría cumplido 17 años de edad.

La crisis más severa desatada en ese círculo vino del exterior e instrumentada por un sujeto de no más de 75 kilogramos de peso, sin llegar al 1.75 de estatura y con un aspecto de invalidez que lo hace parecer un niño, sin amor, pero con lengua de fuego: Ricardo Anaya Cortés, el queretano que dobló al morenovallismo.

Tan fuerte el golpe asestado al ex gobernador que sus alfiles no han podido comenzar a trazar aún el control de daños tras la caída de Moreno Valle en su desaforada carrera por alcanzar la nominación presidencial.

Las consecuencias tras las nulas posibilidades de ser candidato presidencial por el Frente o por el Partido Acción Nacional sugieren que nunca hubo un plan ‘B’ frente a un escenario que se materializó desde hace cuatro días, cuando el viernes ya era un hecho el registro de Anaya Cortés como precandidato.

Hay quien sugiere que Moreno Valle sigue en su cuartel de operaciones, en su residencia en Las Fuentes, en Puebla pero el periodista Enrique Núñez habló en el programa de Destrozando la Noticia, de una encerrona en un hotel de Polanco, en la Ciudad de México.

El jefe de la Oficina del Grupo Parlamentario panista en San Lázaro, Humberto Aguilar Coronado, el poblano más cercano al virtual abanderado por el Frente y quien desde Puebla encabezó en las últimas horas la campaña de apoyo a Ricardo Anaya, atajó la probabilidad de que el ex gobernador haya cerrado exitosamente la negociación para imponer candidaturas en Puebla para el proceso de 2018.

“No todavía, por lo menos”, dijo el ex subsecretario de Gobernación, lo que define con mayor precisión la circunstancia de un grupo que da señales de no tener claro cuál será su futuro inmediato, por primera vez desde su génesis con el inicio de la gestión de Melquiades Morales, hace 18 años, en 1999.

El golpe que recibió y sus efectos lo delineó ayer un cercano al grupo: “Todos están acuartelados y nadie contestará llamadas, el madrazo fue muy fuerte”. Y eso es notorio tras el prolongado silencio que también denota las dificultades del momento.