Metidos en la maraña sobre quién será o debe ser el candidato al gobierno de Puebla, las prebendas y canonjías que ofrece esa posición, los priistas van a una tormenta perfecta; en consecuencia, la tercera derrota consecutiva en las urnas para elegir gobernador. Primero con Javier López Zavala, en 2010; y luego con Blanca Alcalá, en 2016.

Por desconocimiento o complacencia han callado frente a una clara estrategia de avasallamiento del grupo de Rafael Moreno Valle, que consiguió pactar con el grupo de Enrique Peña Nieto y su alfil en la contienda federal, Pepe Meade.

El tiempo avanza rumbo al 21 de enero, fecha en la que está prevista la publicación de su convocatoria y el silencio que alienta el área de confort mueve a sospecha sobre la existencia de una nueva componenda, como claramente sucedió cuando la actual embajadora en Colombia fue la candidata a gobernadora.

Algo sucede que ni el presidente Jorge Estefan Chidiac, o líderes de los sectores como Leobardo Soto, de la CTM; Maritza Marín, de la CNC; o el de la CNOP, Ramón Fernández han dicho nada sobre la trama política que los volverá a dejar huérfanos del poder y fuera de Casa Puebla.

¿De verdad es que no se han percatado que matemáticamente están impedidos para ganar siquiera una senaduría?

El Partido Nueva Alianza como bisagra será la clave para sellar el pacto secreto entre Ochoa Reza, el presidente del PRI y Moreno Valle. ¿O cómo es que a nivel nacional la franquicia electoral del magisterio firmó alianza con el PRI, cosa que no sucedió en el estado?

El Panal servirá a dos propósitos: ayudar al candidato Meade y a Martha Erika Alonso al mismo tiempo, no así a Ricardo Anaya. El mecanismo es tan sencillo que en la dirigencia panista ya fue identificada esta jugada.

En Puebla José Antonio Meade conseguirá a lo más, 800 mil votos; 200 mil del Panal y otros 100 mil del Partido Verde. Los poblanos ayudarán a que el PRI conserve la presidencia con 1 millón 200 mil sufragios. Son datos duros que no admiten réplica.

Esos mismos 200 mil de los aliancistas serán para la candidata Martha Erika Alonso, pero no para el abanderado de la coalición Por México de Frente, Ricardo Anaya, lo que deberán resolver opositores al priismo de Peña Nieto.

El problema más serio será en cambio para los seguidores del priismo local, tan disminuido por las derrotas frecuentes y su frecuente empeño por pactar en secreto a cambio de las migajas de un grupo político que llegó para quedarse.