Cuántas veces nos sentimos incomprendidos, rechazados, solos, abandonados, odiados, temidos, inadaptados, etcétera.

A veces esto es tan doloroso que todos esos sentimientos los vivimos en un solo día.

¿Por qué, qué nos pasa, estaré medio zafado?

No, no estamos loquitos, lo que nos sucede es que vivimos un “choque” entre nuestra verdadera naturaleza y una actuación que nos provoca un conflicto interno: Dije la “actuación” porque eso es lo que en verdad hacemos, se nos olvida que somos actores que interpretamos un papel que  se empezó a “escribir” en los primeros años de nuestra vida.

El papel que desempeñaremos dependerá de lo que nos enseñaron en nuestra infancia y en los años de nuestra temprana juventud. 

Esto nos marcará para siempre, tomaremos el rol que se ajuste mejor a lo escrito en nuestra circunstancia de vida. Seré un déspota insoportable, un sumiso manso, un ser poderoso, un vividor, un manipulador, un mártir sin derecho a ser amado, etcétera.

Tenemos como todo en la vida dos opciones: seguir actuando el papel pensando en que eso es lo que somos y que hay que sufrir las consecuencias diariamente o, empiezo a razonar que simplemente estoy actuando siguiendo un script que yo no escribí y que la vida, mi vida, la puedo gozar plenamente sin que exista un conflicto entre lo que realmente soy (no lo que me han hecho creer que soy), y el papel en el que me volví un gran actor, aunque incomprendido.