Usted debe de recordar que el sábado pasado, en la calle Alejandrina y Diamante, de la colonia La Joya, de Lomas de San Miguel, fue hallada una mujer sin vida, en el interior de un vehículo de la marca Ford K.

Los vecinos que localizaron el automóvil y a la mujer en el interior, de inmediato llamaron al 911 para que al lugar llegaran elementos de la Policía Municipal, además de paramédicos que revisaron el cuerpo y reportaron que ya no tenía signos vitales.

Personal de la Fiscalía General del Estado (FGE), acudieron a realizar las diligencias del levantamiento de cadáver y el cuerpo de la fémina fue llevado al Servicio Médico Forense, para que le fuera practicada la necropsia.

Muchas versiones surgieron tras el hallazgo del cuerpo de la mujer sin vida.

Que fue estrangulada, que la mataron a golpes, pero nada fue real.

Quien se encontraba dentro del automóvil placas TYL-6227 de Puebla, era Blanca García, quien tenía 36 años de edad y era vecina de la colonia Insurgentes de esta misma ciudad.

Esta mujer, de acuerdo con la necropsia que le fue practicada, falleció como consecuencia de bronco aspiración.

De acuerdo con las pesquisas del caso la hoy occisa estuvo ingiriendo más bebidas embriagantes que alimentos, lo que la llevó a vomitar y al parecer ya estaba dormida, por lo que se ahogó y falleció.

Lo que preocupa a quienes investigan el caso, es que quienes acompañaban a esta mujer, al percatarse de que ya había fallecido, decidieron abandonar el cuerpo con todo y el vehículo, que al parecer era de su propiedad.

Los que cometieron la burrada de haber abandonado el cuerpo, en lugar de pedir ayuda, lo que también se considera una deslealtad, tiene ya problemas legales.

¿Y la Profeco?

La mañana del viernes un informe del noticiario de Javier López Díaz, acaparó la atención de numerosas personas.

Y es que en la “prestigiosa” funeraria de Valle de Los Ángeles a los empleados les dio por cambiar los cuerpos.

Así como se lee.

Mientras una familia velaba los restos de uno de sus familiares, les dio por abrir la caja para el último adiós y se dieron cuenta que no era su ser querido y de inmediato fueron a la gerencia a reclamar.

Los empleados de la funeraria se defendieron como gatos boca arriba.

Les dijeron que no se habían equivocado y para pena y dolor de los ahí presentes tuvieron que desnudar el cuerpo, le buscaban un lunar en la espalda y no estaba.

Los empleados se defendieron diciéndoles que “era normal”, que los lunares desaparecen por los químicos a los que se expone el cuerpo.

Pero además le faltaba un dedo de la mano derecha.

Ya no pudieron defenderse y comenzaron a buscar dónde había quedado ese cuerpo.

Para ese momento en Valle de Los Ángeles había otros cinco velorios.

Y se tuvieron que abrir las cajas y revisar.

Lo que le comento estuvo a punto de generar una batalla campal, familiares contra familiares, contra empleados.

Para “normalizar” la situación tuvieron que desnudar cuerpos para cambiarles las ropas, lo que llevó horas.

Luego las disculpas y las promesas de beneficios extra, para que no trascendiera.

Para que nadie se enterara.

Nos vemos cuando nos veamos.