En el cuarto de guerra de Martha Erika Alonso Hidalgo deben estar trabajando a marchas forzadas para desligar esa propuesta de Rafael Moreno Valle, el marido quien de haber sido la promesa a la Presidencia de México de ese grupo, resultó en una pesada lápida política.

La sombra del ex gobernador que prometía en 2010 que lo mejor estaría por venir terminó por colocarlos a todos ellos en un ángulo de riesgo en un momento poco oportuno: la antesala del proceso electoral por comenzar y de la que depende su supervivencia.

La idea de que detrás de los afanes de Alonso Hidalgo está el marido pasó de la percepción al deslinde abierto. La entrevista que la aspirante a la candidatura ofreció al director de e-consulta.com.mx, Rodolfo Ruiz fue consistente con esa idea.

Respondió al imaginario, que tomó dimensiones mayúsculas cuando apareció en sus cuentas de redes sociales sin el apellido de casada. Desmarcarse de una marca defectuosa, chata e impresentable parecía la consigna tras seis años de excesos. 

Más que un esfuerzo por consolidar una aspiración legítima en una mujer que milita en Acción Nacional, corresponde a la imperiosa necesidad de tomar distancia de un gobierno marcado por la dureza, la insensibilidad y una pertinaz idea de hacer política pública a partir de la frivolidad.

No es una reelección, yo soy una persona diferente. No soy Tony Gali ni Rafael Moreno Valle, dijo palabras más palabras menos a la pregunta del periodista a quien respondió, en caso de llegar a la gubernatura se rodeará de las mejores mujeres y hombres para encabezar un buen gobierno.

“Quiero llegar con un equipo diferente, con un equipo nuevo”, respondió a su entrevistador, consciente de que sus palabras debieron quedar registradas para el día en que deba entregar cuentas, como candidata formal del PAN en el que aún persiste el recelo militante por el maltrato recibido en el pasado reciente.

El escrutinio también deberá aplicar como ganadora de la elección de julio próximo, si es que consigue remontar la opinión mayoritaria que asume como una extensión del mandato del innombrable marido, oprobio de la alternancia que dejó intactos los horrores de un PRI rancio y anacrónico bajo la marca de Acción Nacional.

Nadie sabe si habrá tiempo suficiente para que los afanes permitan guardar la basura debajo de la alfombra que un sexenio lastimoso dejó detrás de sí.

El nivel de rechazo a esa forma de gobierno agotó el modelo que lució sus mejores momentos cuando no hacía más que tener carretadas de billetes, sombrillas y tinacos para la prole.