Más allá de la filia o fobia que provoque en nuestro interior el nombre de Andrés Manuel López Obrador, la realidad es que la elección en Puebla pasa necesariamente —como en otros estados del país— por las manos de este personaje.

Independiente de su férrea ambición presidencial, y de si logra o no coronar su lucha, obteniendo la llave de la casona de Los Pinos, el tabasqueño será en estados como el nuestro, el fiel de la balanza.

Los votos que obtenga Morena en Puebla, implican que otro partido los perdió en el camino, lo cual genera un estado de incertidumbre total para las otras dos fuerzas políticas.

No hay que darle vueltas, esta es la primera elección a gobernador que se empata con una presidencial, y sobre todo, es la primera que el candidato a la grande más fuerte —cuando menos en este momento— no es ni del PRI ni del PAN.

Fueron cuando menos media docena de columnas en las que abordé el tema y hablé de la pérdida de autonomía que representaba conciliar las elecciones de presidente y gobernador.

Desde antes de la aprobación de esta Ley Electoral, insistí que unir ambas elecciones supeditaba a los candidatos a gobernadores a la fuerza de su abanderado presidencial.

En ese entonces, la soberbia del gobernador Moreno Valle impuso su ley, bajo la lógica de que él sería candidato a presidente y que desde ahí empujaría a su candidato.

Fieles a su entreguismo sexenal, los diputados del PRI avalaron la ideota electoral, sin darse cuenta que con esa votación le abrieron la puerta de Casa Puebla a Morena.

Me queda claro que sin AMLO en la boleta, Morena tendría con Barbosa o con cualquier otro candidato entre 12 y 15 puntos. Pero con Andrés Manuel presente en la elección, las condiciones cambian seriamente.

Y para rematar, las principales figuras del PRI y del PAN para los poblanos —léase Enrique Peña Nieto y Rafael Moreno Valle—, resultan impresentables para sus candidatos, sobre todo al momento de pedir el voto.

Así las cosas, gracias a los caprichos del destino, la soberbia de Rafael y el entreguismo de los diputados priistas están muy cerca de darles una amarga lección de vida.

La Ley Electoral creada por el morenovallismo y avalada por la fracción tricolor que empató las elecciones federales y federales, incluida la de gobernador, le dio a Morena la posibilidad de entrar a la casona de los Fuertes, aprovechando la popularidad de AMLO.

No hace falta ser un profundo analista político y tampoco un adivino, para darse cuenta que los actos políticos convocados por Morena con la presencia de López Obrador, ponen en condiciones de alta competencia a los candidatos de Morena, particularmente a Luis Miguel Barbosa, quien ya anunció cárcel para Moreno Valle en caso de llegar a Casa Puebla.

Ante este inesperado escenario, Rafael ahora deberá jugarse el todo por el todo, no sólo para lograr el triunfo de su esposa, sino para evitar que un eventual triunfo de Barbosa lo coloque en la misma lista de los Duarte y Borge.

Y pensar que si en lugar de una gubernatura de año ocho meses, el entonces gobernador hubiese escuchado razones, impulsando un periodo de 4 años y medio, hoy no correría riesgo alguno.

Bien dicen que nadie sabe para quién trabaja.