La despedida de Luis Miguel Barbosa del Senado de la República no fue un adiós normal, sino una especie de homenaje a quien será un referente obligado, por haberse ganado el respeto de las diferentes bancadas, por haber logrado acuerdos impensables en su condición de opositor, sin nunca dejar de serlo.

Sin embargo, ese reconocimiento no sirve absolutamente para nada, si en su nueva aventura política no logra convencer a los poblanos de que puede ser su gobernador.

Hay que decir que el reto para Barbosa de ganar la gubernatura no parece tan descabellado, por la única y simple razón de que la marca Morena hoy vende más que la Coca-Cola en un clásico América-Chivas.

Para nadie es un secreto que AMLO está convertido en un producto extraordinario para venderlo electoralmente.

Empero, Morena y su sensei enfrentarán en Puebla su verdadera prueba de fuego. Por un lado Martha Erika cuenta con toda la estructura y recursos del morenovallismo; mientras que Doger tendrá de su lado la estructura federal y una cargada de votos de la comunidad universitaria de Puebla, que no es un asunto menor.

Poner a Luis Miguel Barbosa en una boleta enfrentando a Doger y Martha Erika con otra marca distinta a Morena sería un suicidio, pero en una circunstancia como la de esta elección, el tehuacanero se convierte en un serio contendiente con opciones reales de triunfo.

La pregunta que debemos hacer es sobre qué impediría que Barbosa llegue a Casa Puebla.

Y la respuesta es muy simple: administrar su salud y no separarse ni por un segundo de la figura de López Obrador.

Lo demás son simples accesorios para un proceso que depende más de la carrera presidencial que de cualquier otra de las boletas que estén jugando.

Si Luis Miguel no se equivoca y de apega al discurso populista de Andrés Manuel y sigue con la promesa de encarcelar a Rafael Moreno Valle, sus aspiraciones recetan y lo pondrán muy cerca de ser el primer gobernador de izquierda en Puebla.

En una situación totalmente atípica, Barbosa debe mover lo menos posible y esperar a que la inercia electoral siga su curso.

Sobre todo porque pareciera que le rezó al mismísimo diablo para encontrar un camino cuesta abajo.

Y ya que hablamos de condición a modo, también parece que la compleja ingeniería electoral diseñada por Rafael, no contempló nunca a Morena y siempre pensó que el enemigo saldría del PRI.

La estrategia de dividir a sacar a partidos de su alianza en Puebla como Nueva Alianza y el Verde fue pensada en neutralizar al PRI. Nunca pensó Rafael en Morena.

Y hoy, esas rupturas sólo generan confusión entre los electores, que no entienden por qué en unas Nueva Alianza está de un lado, en otras del lado opuesto, y en otras de plano no existen.

Y así estará el Verde, Compromiso por Puebla, el PSI y otros.

En cambio, del bando izquierdo no hay nada que pensar, la única marca es Morena y eso significa votar por López Obrador.

De ahí que la ingeniería y la alquimia morenovallista pudieran terminar operando en favor de Barbosa y los candidatos morenos en Puebla.

Habrá que esperar para conocer a los candidatos a diputados y alcaldes, para saber si se mueven las tendencias o si se confirma que la inercia nacional marcará el destino de Puebla y los poblanos.

Veremos y diremos.