Desde que se inició el proceso electoral, los poblanos sabíamos que sería por demás complejo, porque se elegían todos los cargos de elección popular, por la paridad de género, por un árbitro que se encuentra en entredicho, por el derroche en campañas, en fin.

Sin embargo dos nuevos factores se sumaron este jueves a la arena electoral. Por un lado el asesinato de un precandidato –independientemente del partido que represente– lo cual ensombrece el clima y, por más que lo minimicen las autoridades, genera miedo entre los votantes. Y por el otro, uno más de los coqueteos electorales que se dieron en Puebla y en todo el país.

Vamos por partes.

El asesinato de Aarón Varela, en una de las autopistas más transitadas del estado, es la muestra de que la inseguridad ya alcanzó a las autoridades. Al margen de que se tratara de un precandidato de Morena, ningún ciudadano debería estar expuesto a ser acribillado mientras transita por las carreteras de la entidad.

El caso de Varela Martínez no es, por desgracia, el único que se ha registrado en Puebla en el marco de las contiendas electorales. Hace menos de un mes, el cuerpo de José Jairo García Oliver, fue hallado desmembrado, en una barranca de San Francisco Tláloc, del municipio de  San Matías Tlalancaleca. Aunque el PAN se apresuró a decir que no era su militante, se sabe que el abogado buscaba ser candidato de Acción Nacional a la diputación local por el distrito de Huejotzingo.

Si Carrancá realmente desea acabar con el asesinato de precandidatos, urge que la Fiscalía se ponga a trabajar, esclarezca los hechos y consigne a los responsables, claro está, con una sólida investigación. No se trata de presentar chivos expiatorios que después terminen en libertad por falta de pruebas.

A Carrancá y a Diódoro Carrasco la elección se les puede salir de las manos si insisten en minimizar los brotes de violencia que se presentan. Este jueves la población de Santa Clara Ocoyucan, revivió las heridas que le causó el morenovallismo con el Caso Chalchihuapan. Es tiempo que ambos funcionarios, heredados de la administración anterior, eviten que se enciendan las antorchas.

¿Berrinche o amenaza?

En este prostíbulo electoral en el cual vivimos, no resulta extraño el coqueteo que ayer se ventiló en redes sociales luego que Paola Migoya fue captada en las oficinas del Partido Verde Ecologista de México.

Es evidente que la ambición y la voracidad por el poder, lleva a quienes consideran que tienen capital político a ofrecerse —ya no al mejor postor— sino a quien les dé un plato de lentejas.

Pese a la troleada y las críticas que recibió en Twitter, la aspirante a la candidatura a la presidencia municipal de Puebla por Morena, insistió en señalar que su presencia en las oficinas de la avenida Juárez, era para dejar una invitación a su dirigente.  ¿Usted le cree? ¿Y así busca ganarse la candidatura en el partido de Andrés Manuel?