En este mundo posmoderno y ruin, a la lógica del actuar humano sólo le importa lo que deja dinero, poder y fama. Por eso, asombra lo que el joven matador Gonzalo Caballero hizo el día de la Gala San Isidro 2018, en el que se presentaron los carteles de la feria de este año y, además, se entregaron los premios “Plaza 1”, correspondientes al serial pasado. Casi nada, que el joven diestro con discurso contundente dirigido a Simón Casas, anfitrión, devolvió el premio que le dieron a la mejor estocada.

Estudioso como soy de la antropología filosófica y lobo viejo en esto del toreo, sé muy bien que a Gonzalo Caballero este alegato no le dejará ni riqueza ni poder ni nada y sí, es seguro, pasará un rato en la congeladora. Conozco bien la vieja frase espetada con salpicaduras de saliva a los que se salen del redil: “¡Te juro que no vuelves a ver un pitón!”. Sin embargo, pienso que el discurso es de orejas y rabo. Vigostki, intelectual que fue conocido como el Mozart de la psicología, dijo -palabras más, palabras menos- que somos huellas que se sintetizan en palabras. O sea, somos nuestra propia experiencia vivida. Las huellas que Gonzalo Caballero ha dejado en la Gala son profundas por su señorío. Si me lo permiten, aquí tienen el discurso completo de lo que el matador manifestó esa noche y que capturé de Youtube, con lo que les quiero decir que la ortografía es mía:

“Quiero aprovechar que estaba aquí en la presentación de carteles de San Isidro y quería dirigirme al señor Simón Casas:

Hace un mes usted me otorgó este premio a la mejor estocada de la Feria de San isidro. Como yo me críe en esta plaza y en la Escuela de Madrid, nos enseñaron que un premio de la primera feria del mundo era lo más grande que había. Y por respetos a mis principios y a la plaza de toros de Las Ventas, se lo quiero devolver. No concuerda que a un premiado le llame usted y le diga primero, que no tiene hueco. Luego, que uno de sus hombres le diga que sólo queda un hueco para él en dos ganaderías o posteriormente, en cuatro. Pero, no me dirijo a usted por ello, puesto que entiendo que en la vida, las personas se pueden poner o no, de acuerdo. Me dirijo a usted porque en la segunda llamada que hubo hirió mi sensibilidad. En su afán por convencerme de matar una de esas cuatro ganaderías, mencionó usted dos atributos: inteligencia – y perdón por la palabra, pero así me fue dicha- cojones.

Respecto a la inteligencia, no sé si es muy inteligente devolver un premio en la primera plaza del mundo, pero… bueno, yo admiro a las personas rebeldes, aquellas que en la búsqueda de su libertad no temen nada, como usted que, en dicha búsqueda, saltó de espontaneo a la plaza de toros de Nimes a un toro de Antonio Ordoñez y lo que son las cosas, acabaría siendo empresario de dicha plaza.

Pero respecto a los cojones -con perdón otra vez- sí se sé, al igual que el público de Madrid, que me sobran. Me sobran para matar esas cuatro corridas y de hecho lo haré, una tras otra, cuando sea figura del toreo, no cuando me sean impuestas y no las merezca y menos aún, cuando me tengo que abrir camino. Me sobran para, hasta la fecha, ser el novillero de esta década que más orejas ha cortado en esta plaza. Cojones me sobran para matar un toro, aquí, sin muleta, para reivindicar la alternativa que buscaba. Alternativa que por cierto, se me ofreció con menos de veinticuatro horas de antelación y que tuve eso para aceptar, y de no ser por la espada podría haber salido a hombros. Cojones tuve al matar un toro aquí, con el muslo abierto y nuestro querido don máximo García Padros dijo que no encontraba una explicación médica de cómo lo había hecho. Tuve cojones al dormir durante siete meses en un hospital, enterrar a mi padre y veinte días después, dar una vuelta al ruedo y llevarme todos los premios a esta mejor estocada, y sobre todo, tengo cojones a defender mi verdad, porque prefiero morir luchando por la libertad de mis manoletinas, que ser preso todos los días de mi vida. Y no olvide que la rebeldía, a ojos de todo aquel que haya leído algo de historia, es la virtud original del hombre. Muchas gracias”.

Este es el planeta de los toros, concluyo sin amargura. Al contrario, el que hayan dejado fuera de la feria a un matador que merecía estar ahí por méritos propios y la manera como lo ha enfrentado, me da el gusto de toparme de lleno con la grandeza del toreo. Porque esa grandeza lleva implícita la dignidad. No sé si Gonzalo Caballero vuelva a actuar en las plazas que gestiona Simón Casas, pero de lo que sí estoy seguro es de que el chico puede ir a donde quiera llevando la frente muy en alto y mirando a los ojos a los otros, y ustedes perdonen, soy de los que piensa que poniendo por delante nuestra dignidad es como debemos resolver la vida.

Puedo imaginar la cantidad de cosas que las personas “sensatas” –capten ustedes el doble filo al poner la palabra entre comillas- le preguntarán a este muchacho, que si valió la pena, que si está consciente del precio que tendrá que pagar por ello, que si no tiene miedo de no volver a torear.

Soy profesor y convivo con jóvenes todos los días. También, conozco bien el suplicio que tienen que vivir los que en la fiesta de toros no van cobijados. Por eso, simpatizo con Gonzalo Caballero y su noble e ingenuo desquite, de todos modos, no está anunciado en el San Isidro 2018 a pesar de sus méritos. Además, como él, yo también admiro a los rebeldes y sí, sin la menor duda, cojones le sobran a éste muchacho, en el ruedo y en la vida.