El PRI en Puebla se enfrenta en este 2018 al proceso electoral más complicado de su historia, el primero concurrente en el que se presenta a las urnas.

A diferencia de lo que ocurrió en 2012 con la candidatura presidencial de Enrique Peña Nieto, quien garantizaba un arrastre favorable, en este 2018 los abanderados poblanos a los cargos federales, y por primera vez en sincronía los locales, deberán aportar desde sus trincheras a la posibilidad de sumarle votos a José Antonio Meade Kuribreña.

Los priistas han salido a la batalla electoral con la convicción de que la pelea en cada pueblo, en cada distrito, es la que puede abonar a la que se ve hoy lejana posibilidad de conservar el gobierno de la República.

El efecto completamente contrario ocurre en la coalición que encabeza el Movimiento Regeneración Nacional (Morena), en la que los candidatos locales dependen casi exclusivamente de la popularidad de su abanderado presidencial, Andrés Manuel López Obrador, para llegar a buen puerto.

La ola del tabasqueño es su motor en Puebla y muchas otras entidades.

En tanto, en el esfuerzo, éxito o fracaso de los candidatos poblanos del Revolucionario Institucional radica hoy por hoy la posibilidad de que Meade consiga figurar en la contienda que, hasta ahora y de acuerdo con las mediciones, favorece a López Obrador, abanderado de Juntos Haremos Historia (Morena-PT-PES).

Hay la confianza de que el muy bien justificado hartazgo de los habitantes del estado hacia el morenovallismo, que busca perpetuarse con la esposa del ex gobernador, favorezca a los candidatos del tricolor, quienes en el estado de Puebla van en solitario, sin el respaldo de ningún otro partido en alianza.

La alianza Moreno Valle-EPN de otros procesos pareciera ser en esta oportunidad solamente una hipótesis, pues ante las circunstancias y el avance de Morena, no habría espacio para que este acuerdo ofrezca resultados eficientes.

En este escenario, los candidatos priistas de la capital representan el mayor apuntalamiento de las aspiraciones de Meade, la gubernatura y la alcaldía capitalina.

El municipio de Puebla por sí solo representa más de 30 por ciento de la votación total de la entidad.

De los cuatro postulados en los distritos federales de la Angelópolis, tres mujeres y un varón, la antorchista Soraya Córdova Morán (Distrito 6), Lidia López Aguirre (9), Karina Romero Alcalá (12) —hija de Blanca Alcalá— y Ramón Fernández Solana (11), es este último quien comenzó con mayor intensidad su campaña y quien ha venido trabajando desde hace mucho tiempo ese territorio, del que es legislador suplente.

Con la confianza de “ya haberle ganado al morenovallismo” en 2015, Fernández Solana lanzó desde el pasado domingo la denuncia de la “brecha de desigualdad”, en que los gobiernos panistas han hundido a la capital de Puebla, principalmente en las colonias del sur de la ciudad, en donde nada del “progreso y la transformación” ha llegado en más de ocho años.

Ramón Fernández tiene claro, como lo deberían tener muchos otros, que la batalla sigue siendo contra el mismo tirano y que el respaldo de los otros abanderados, a la presidencia de la República, gubernatura alcaldía, es desde abajo hacia arriba. No hay más.