Uno de los fundamentos más sólidos que dieron pie a la candidatura a gobernador de Enrique Doger, fue su espíritu aguerrido.

No son pocos los priistas que aseguran que las derrotas de Enrique Agüera y Blanca Alcalá fueron causadas por la falta de un discurso duro y crítico contra el gobierno morenovallista.

Ni Alcalá ni Agüera se atrevieron a señalar los abusos y excesos del gobierno y prefirieron hacer campañas descafeinadas, en las que decidieron tomar el cómodo camino de la no confrontación.

Señalar los excesos del gobernador Moreno Valle lo hacían —a él y a su grupo— presa fácil para quien tuviera las agallas de hacer una campaña valiente con base en la denuncia.

De ahí que la candidatura de Enrique Doger generaba a los priistas una expectativa distinta sustentada en el sello del ex rector universitario.

Doger no es personaje forjado en el debate, con un sólido discurso crítico y con una innata capacidad para ironizar. Simplemente se le da. Es su naturaleza.

Quienes lo conocen, saben que Enrique Doger gusta confrontar y sabe polemizar con la acidez que irrita al oponente.

Pega donde duele, conjura en lo oscurito, estudia las debilidades rivales y pone el dedo en la llaga.

Ese es el Doger que hizo creer a los priistas que podían pelear por Casa Puebla.

Sin embargo, ese Doger no aparece por ningún lado.

Se lo tragó la tierra, lo levantó la mafia del poder, lo secuestraron, lo desaparecieron, lo asesinaron, lo compraron o vaya usted a saber qué diablos le pasó, pero simplemente no aparece.

Y de aquel Doger que iba a hacer que ardiera Troya hoy no queda nada.

Seguramente me dirán que la razón es que oficialmente la campaña aún no inicia; pero la realidad es que para el único que no ha iniciado es para él, porque Barbosa y Martha Erika la campaña ya está en su apogeo.

Si algo cuenta en esta etapa electoral es la percepción, y en este momento, la percepción en de sumisión.

Es evidente que detrás de la sumisa y tímida actitud del candidato tricolor hay acuerdos que el grueso del electorado desconoce pero que son evidentes.

Reuniones privadas entre azules y tricolores podrían explicar que el león se haya transformado en un corderito.

Hace semanas escribí que Enrique Doger tendría en sus manos la oportunidad de demostrar que las versiones que apuntaban que se había vendido para hacerle el caldo gordo a Martha Erika eran falsas y que con un discurso crítico y demoledor podría borrar esas sospechas.

Para la mala fortuna del priismo poblano, hasta el momento las sospechas de entrega siguen creciendo.

Una reunión clandestina en la CDMX puede ser la causante de que el aguerrido Doger esté desaparecido.