El ser humano es el bicho más raro que existe, es insaciable, por ejemplo; estás solo, viendo la tele y, de repente tú eternamente insatisfecho cerebro te dice: se me antoja un cafecito.

Te sirves tu cafecito y piensas: se me antoja un cigarrito para mi café. Empiezas a tomar tu café fumando tu cigarro y de pronto tienes la necesidad de una copita, un traguito del tlapehue que te regaló tu amada.

Te sirves tu copita y de pronto sientes una necesidad irresistible de llamar a tu amada. La llamas y entre el cotorreo viene a tu mente la noche tórrida que vivieron la semana pasada. Terminas la plática, el café, el cigarro y el tlapehue y viene a tu mente un deseo bárbaro por volver a vivir lo que disfrutaste la semana pasada.

Apagas la tele y te subes a tu carroza, llegas a su casa, y no está. La ingrata no está en su casa. En ese momento tu capullito de alhelí se convierte en una vieja jija.

P´a qué te cuento la frustración que se vive en esos momentos… La verdad es que no pudiste satisfacer uno de los pinchemil caprichos insaciables de tu insaciable mente. Y así va uno viviendo toda la vida, y ¡ay! de ti donde caigas en la desgracia de que alguno de los caprichos de tu mente no se cumpla, porque entonces se convertirá en una malvada obsesión, porque tu mente no quiere volver a pasar por la misma frustración.

Uno es esclavo de su mente, pero la puedes convertir en tu mejor aliada con el simple hecho de pensar y reconocer el comportamiento de ese maravilloso aparato al que llamamos cerebro; porque aunque sabemos como es y cómo funciona el cerebro, no tenemos la menor idea de cómo es un pensamiento, porque es totalmente abstracto e intangible.

Por ejemplo: ahorita me dieron ganas de salir corriendo y de mandar esto a volar, pero si lo hago, es seguro que me va a dar un infarto. Así que dialogo con mi mente: “échate, ¡calma toro!”, flojito y cooperando, termina tu trabajo porque es un hermoso compromiso que la vida te ha dado. En cuanto acabes, podrás ver a tu vecina. Así es esto, un juego de ajedrez, donde el que se emperra pierde (cuando menos, el hígado).