El orden social, entendiendo por orden social a un tipo de representación social (ideas e instituciones), que regulan las relaciones humanas en un contexto histórico, finalmente es un “orden negociado”, concepto este último, acuñado por lo que se conoce como la escuela de Chicago.

El orden negociado no es solamente un orden que se da entre las clases principales que conforman a la sociedad, incluye también a las negociaciones que se dan entre las subcapas que conforman a las clases sociales principales.

El orden negociado es un concepto normativo de un orden social, que establece una manera de concebir al conjunto heterogéneo de grupos humanos, subcapas sociales, organizaciones, etcéteras, que conforman un orden social, en el que por lo general existe un grupo hegemónico.

El orden negociado se establece a través de vías previamente aceptadas por quienes participan del orden social o, dicho de otra manera, por las instituciones que representan a los grupos dominantes pero que se han interiorizado socialmente como propias del conjunto social.

Los sistemas institucionales de partidos y los sistemas políticos son los medios a través de los cuales capas y clases negocian el orden negociado.

Las élites locales mexicanas, los que ocupan la punta de la escala social se gestaron y se fortalecieron con el fin de modelo de Estado creado por la revolución mexicana, desteñido por los políticos proclives al entorno globalizador.

Tienen cabal conocimiento, las élites, que el cambio operado por la caída del Muro de Berlín, les creó un ambiente propicio para ir a fondo en la recuperación de la hegemonía de clase, como orden político que subyace como trasfondo de todo.

Los comicios federales constituyen un punto en el que el orden social está siendo negociado entre quienes apuestan por el modelo de acumulación sin restricciones, aunque participan en partidos políticos a través de las cuales se agrupan los intereses (matices) de estas clases.

PRI y PAN son dos agrupaciones cuya línea que los une internamente es la misma.

No han podido negociar sus intereses dentro de un marco partidista único debido a que los antecedentes históricos de cada uno lo colca en espacios distintos, aunque el recorrido del PRI hacia un orden social dominado por el mercado ha sido evidente.

Esto explica que cuando está uno y otro en desventaja electoral, unen sus intereses en torno a uno u otro de sus respectivos candidatos que postulan.

Las divergencias con la otra agrupación social (Morena), que también representa a una capa social que históricamente fue desplazada del poder por el desplazamiento de las élites políticas y económicas hacia el orden de una economía de mercado, no ha sido totalmente comprendida por los grupos de poder que se alinean en torno al PRI y al PAN.

El punto de divergencia original era económico, el papel del Estado en una economía sustentada en principios de justicia social, emanados de la Revolución. Lo que se observa ahora, es que el punto de divergencias entre Morena y PRI y PAN, no está en la relación entre el Estado y el mercado, sino en otro aspecto: la corrupción.

El orden social, como orden negociado entre PRI y PAN no existe problema alguno. Pero entre estos dos últimos y Morena, sí existen puntos de divergencia. Las élites políticas y económicas proclives a una economía de mercado no han comprendido el significado que tiene la lucha contra la corrupción.

Este tema es un asunto que desestructura cualquier punto de coincidencia para construir un orden social sustentado como un “orden negociado”. No se trata de un tema que, según el espejismo de las élites, ocurre entre subcapas que por debajo operan “transas” con representantes del poder del Estado.

La campaña de “Di no a la corrupción”, que promueven hombres de negocios y dueños de medios de comunicación, revela la débil idea que tienen las élites de la corrupción, comprendido como un tema menor arraigado en subcapas sociales, o por lo menos así lo hacen creer.

No se han dado cuenta que la corrupción es un asunto que va más allá de pequeños tráficos que hacen los pobres con algunos funcionarios ubicados en la cola del Estado, por ejemplo, entre policías y conductores, entre gestores del servicio de agua y algún funcionario local.

Las sociedades actuales han hecho del tema de la corrupción una bandera que alienta una manera de construir a las sociedades de la era actual que nos tocó vivir. Es tan importante como lo fue la igualdad de la revolución francesa o la tierra y el pan en la revolución mexicana y rusa.

El tema de la corrupción es un asunto que ha rebasado los límites de lo ético y moral y los ha trascendido hacia lo social-constitutivo. El tema de la corrupción es fundamental para la construcción de órdenes sociales de consenso.

La disputa del PRI y del PAN con Morena, no es un asunto que se pueda resolver diciendo que el líder de Morena es un mentiroso. Creo que por el momento los empresarios que han salido en defensa de la economía de mercado no entienden del tema, o lo entienden pero no están dispuestos a reconocerlo.

Lo anterior, debido a que, en la transición mundial de una economía de Estado a una de Mercado, ellos son los que han convertido a corrupción en un tema profundamente social, tan importante como, antiguamente, lo fue la tierra y la justicia.

Los empresarios tienen un capital que todavía utilizan como moneda de cambio ante la población, que ha sido objeto de un discurso que ha colocado al empresario como el salvador de las adversidades que vive la población, sin que realmente lo sea.

Pero si no entienden que es la corrupción en la actualidad, muy poco les durara el veinte, y la posibilidad de construir un orden social negociado.