El carácter ha sido una cualidad común en las figuras del toreo. Tener carácter implica entendimiento de las dificultades externas y dominio, a través de la voluntad, de los apetitos sensibles. Llano (1999) explicaba que una persona con carácter es capaz de cultivar la sensibilidad, ordenar los sentimientos y desarrollar la imaginación. Así fue Rodolfo Gaona. Un torero que estuvo sujeto a las mayores complicaciones en distintos ámbitos y que superó todas aquellas vicisitudes para convertirse en una de los toreros más trascendentes de todos los tiempos.

En su libro íntimo confesó que,  “a ningún torero mexicano le ha costado más trabajo que a mí darse a conocer de los públicos españoles” (Monosabio, 1925, p.37). Después tuvo que superar intrigas, amenazas políticas, aislamientos, chismes… Al igual que frente a los toros, con elegancia, siempre salió avante y triunfador.  

Rodolfo Gaona por Ruano Llopis, publicado por la Cervecería Cuauhtémoc en los años 1950

Gaona fue descubierto por Saturnino Frutos “Ojitos”, un personaje estrafalario y suigéneris que fue fundamental en el desarrollo de la fiesta de los toros en México y, como lo explicamos en el artículo anterior –gracias al propio Gaona, su discípulo más aventajado–, pieza clave en la internacionalización del toreo. Ojitos fue un valiente banderillero madrileño que llegó a torear en la cuadrilla de figuras como Salvador Sánchez “Frascuelo”. Tenía espíritu de aventurero y de inventor (Padilla, 1987). Se asoció con Ramón López Portal, empresario de la antigua Plaza México, para descubrir y formar toreros mexicanos.

Ojitos creó la primera escuela taurina mexicana y la Cuadrilla Juvenil Mexicana para formar no sólo toreros, sino hombres de bien. En su primer encuentro con el entonces adolescente Rodolfo Gaona, Ojitos le dijo “…quiero hacer una cuadrilla de toreros, pero una cuadrilla modelo, de toreros que sepan estar en sociedad y portarse como gente decente. Porque se puede ser torero y no ser un vicioso...” (Monosabio, 1925, pp.25-26).

Ojitos fue un gran pedagogo y dejó una clara ruta de disciplina y torería para la formación de jóvenes toreros. Después de los primeros triunfos de la Cuadrilla Juvenil, unos oportunistas intentaron boicotearlo ofreciéndole dinero a los alumnos para que se cambiaran de empresa (Padilla, 1987). Gaona se mantuvo leal a su maestro. Eso permitió el surgimiento no sólo de una gran figura sino de una idea que directa o indirectamente ha seguido influyendo en la tauromaquia mexicana. Si bien Guillermo Ernesto Padilla (1987) escribió el magnífico libro El Maestro de Gaona, la historiografía aún está en deuda con Ojitos.

Es necesario rastrear las enseñanzas de Saturnino Frutos y documentar cómo contribuyó, por ejemplo, a la forma en que se banderillea en México, a la manera en que chorrean la vara algunos picadores y a otras particularidades de entender el toreo en algunas regiones de México. Afortunadamente aún existen maestros como Óscar Rodríguez “el Sevillano”, Pablo Miramontes o Diego Bricio quienes, a través de la tradición oral, han bebido en la fuente de Ojitos y trasmiten a sus alumnos algunos de los conceptos y métodos arraigados a la idiosincrasia de la torería mexicana.

Saturino Frutos "Ojitos" y la Cuadilla Juvenil Mexicana. Fuente: Coello (2014)

Rodolfo Gaona impresionó desde sus primeras presentaciones como novillero. Entre 1907 y 1908 triunfó fuertemente en Puebla, en la antigua Plaza México y en el recién inaugurado Toreo de la Condesa. En Guanajuato, causó tal impacto que el periodista Joaquín González “El Quino” escribió, en el periódico local El Barretero, lo que se repetiría en muchas tardes después de las actuaciones de Gaona: “Las campanas de León tocan a Gloria”(Padilla, 1987, p.161). Tras semejantes éxitos y después de haber toreado 122 novilladas fue que Ojitos decidió llevarlo a España.

Como habíamos escrito anteriormente, el inicio en España fue complicado. Ojitos no tenía los contactos, además el ambiente era cerrado. Para dar a conocer a Rodolfo, tuvieron que rentar un par de plazas y organizar ellos mismo las corridas. Finalmente, el público español solicitó a las empresas que empezaron a contratar a Gaona. Durante su primer viaje a España, inauguró la Plaza de Vista Alegre en julio 1908 alternando con Bombita y Machaquito. El crítico Serrano García Vao “Dulzuras” escribió:

 …el público vio en él algo extraordinario y su trabajo en conjunto hizo concebir grandes esperanzas (…) En lo que gustó extraordinariamente fué en el toreo de muleta, pues con la planta clavada en el suelo y el cuerpo erguido estiraba o levantaba los brazos según era de necesidad y muchas veces en la que se creía que la cogida era inevitable, se despegaba los toros con una facilidad incomprensible y las llevaba por terrenos que no parecía posible que pasara (citado en Uno al Sesgo, 1922, p.17).
 

Al año siguiente toreó 32 corridas, no sin dificultades. Para tratar de cerrar su paso avasallador, le inventaron una calumnia. Por los ambientes taurinos empezó a circular el rumor de que Gaona había pisoteado una bandera de España. Fueron los mismos toreros y subalternos los que intentaron presentarlo como “anti-hispanista” para desacreditarlo con el público que lo estaba convirtiendo en su torero predilecto. La ventaja es que frente al toro lo único que cuenta es el valor, la verdad y la estética del toreo. Ahí, Gaona superaba a todos los de la época. El propio Rodolfo se expresó sobre el incidente de la siguiente manera: “Sin embargo, la calumnia idiota siguió su camino y me causó muchos dolores de cabeza (…) Señor, ¿por qué permites que haya imbéciles?” (Monosabio, 1925, p.59).

Regresó a México y causó sensación. Se enfrentó y superó a toreros españoles como Lagartijo Chico, Manolete (papá del Monstruo de Córdoba) y Cocherito de Bilbao, entre otros. En esos años, en México lo involucraron en un asesinato. Una mañana de 1909, apareció en los periódicos la noticia de que se había encontrado muerta a la señorita María Luisa Noecker. En el cuello, el cadáver llevaba un medallón con un retrato de Gaona. El maestro leonés fue llevado a prisión y los periódicos siguieron morbosamente el caso. María Luisa Noecker era admiradora de Gaona, pero –por lo que declaró el propio matador– nunca llegaron a conocerse. No obstante, pasó más de veinte días detenido. Al salir libre, los aficionados lo recibieron como héroe, pero surgieron también sus detractores. A partir de entonces, los aficionados en México se dividieron entre gaonistas y anti-gaonistas.

Todos querían ver a Gaona. Era tal su fama que los personajes públicos deseaban ver y retratarse con el joven maestro. Porfirio Díaz lo invitó a su casa y fue a verlo torear. En aquella ocasión, Rodolfo  le brindó la muerte de un toro. El Presidente Díaz  le correspondió con una cartera de piel con adornos de oro, en el interior iba un billete de banco y una nota de su puño y letra que decía: “Espero que nunca necesites cambiar este billete” (Padilla, 1987, p.199). 

Gaona se retrató con varios políticos de la época como Madero, Álvaro Obregón o Victoriano Huerta. De hecho, Venustiano Carranza utilizó, como pretexto, una foto en la que el joven matador aparecía con Huerta durante una comida en Tlalpan, para acusarlo de traidor, robarle la totalidad de su patrimonio –con la figura de la incautación– y prohibir las corridas de toros en la Capital (mediante este ejemplo se entiende por qué en México se acuñó el verbo carrancear como sinónimo de hurto, estafa o triquiñuela).

Rodolfo Gaona con el Presidente Victoriano Huerta en 1913.  Fuente: Padilla (1970)

En 1911 empezaron sus mayores triunfos en España. Estuvo por encima de figuras locales como Bombita, Machaquito, Manzantini y Rafael “El Gallo”. No sólo sorprendió con una nueva forma de ejecutar el lance “de frente por detrás” de Cayetano Sanz, sino que lo hizo parte habitual de su tauromaquia. Si bien era un quite que otros toreros habían realizado, Gaona le imprimió características distintivas: ligazón, quietud, temple y profundidad(Ramón, 2008). Fue tal el sello de Rodolfo que Don Pío propuso llamarles “gaoneras” (Morente, 2013).

En 1912 Gaona realizó en la Real Maestranza de Sevilla la que él consideró su mejor faena en España:

Esa tarde —21 de abril— realicé la mejor faena de mi vida. Fue en mi primer toro, que era bravísimo (...) lo cambié de rodillas, lo toreé por verónicas y gaoneras, de modo superior. Le hice cuatro o seis quites superiores, porque el toro peleó magníficamente en varas. Y tomé las banderillas y le colgué cuatro pares soberbios. Todo dentro de una constante ovación (…). La faena de muleta fue breve y artística: quince muletazos magistrales, solo, derecho y toreando de brazos, y lo tiré patas arriba de una estocada sin puntilla (Monosabio, 1925, pp.116-117).

Estaba en la cumbre del toreo. Dice el historiador José F. Coello que “Gaona ya no sólo es centro. Es eje y trayectoria del toreo aprendido y aprehendido por quien no quiere ser alguien más en el escenario (…) Y es que el leonés comulga con el pasado, lo hace bandera y estilo” (Coello, 2017).  

Es entonces cuando aparecieron Gallito y Belmonte, quienes revolucionaron el toreo. Nada volvería a ser igual. Para no desaparecer como las demás figuras de la época, Gaona se vio obligado a desaprender y reinventarse. Las enseñanzas de Ojitos habían quedado obsoletas. Había llegado la Edad de Oro del Toreo y Rodolfo tenía que adaptarse. Haciendo gala de templanza y flexibilidad, Gaona cambió de estilo. En sus memorias, se refirió a ello de la siguiente forma:

Cambiar de estilo, para muchos será imposible y para todos muy difícil. A mí me fue fácil. Al domingo siguiente, en San Sebastián, salí por ‘soleares’. Y hubo agarramientos del pitón, y molinetes, y mucho de arrodillarse y hacer que el toro tomara la muleta, y pases en el estribo, y cuando se estilaba en aquellos días (Monosabio, 1925, pp.136).

Rodolfo Gaona logró volverse parte de la terna de la Época de Oro del toreo. Para demostrarlo, Alameda (1989) cita un par de editoriales de Juan León publicados en El Ruedo de Madrid, en 1970: “Ya dejé apuntado que en la Edad de Oro del toreo, así llamada por los furibundos partidarios de Joselito y Belmonte, con estos dos diestros sevillanos se completaba una terna que hoy me parece justo llamar de oro, con el mexicano Rodolfo Gaona”(citado en Alameda, 1989, pp., 150-151). Aunque de los tres, el único que triunfó, tanto en México como en España, fue Gaona.

Cuando Joselito se hizo la primera figura y el mandón del toreo, intentó bloquear a Gaona, quien representaba una auténtica amenaza. Ambos eran toreros largos, completos y magníficos banderilleros. Gallito no quería una competencia como esa e intentó  boicotearlo. Prohibió que se presentara en Sevilla y exigió a las empresas que su hermano Rafael actuara como primer espada. Gaona se sobrepuso a aquellos obstáculos y se convirtió en un torero fundamental en los años más importantes de la Época de Oro. El 21 junio de 1917, estuvo presente en una de las corridas más relevantes de la historia del toreo moderno en Madrid, la corrida de “los dos solos”. Alternaron Gaona, Gallito y Belmonte. Rodolfo y José habían estado magníficos en sus primeros toros. En el quinto de la tarde de nombre Espumoso, Gallito ofreció los palos a Gaona. Alameda narra aquel segundo tercio:

¿Qué quería José? ¿Demostraron que también era capaz de humillar a un coloso del segundo tercio? Entonces, además de un reto, era un reconocimiento: ‘Ya me he medido con los demás, ahora voy a medirme con el mejor’. Y allí estaban, el gitano y el indio, frente a frente (…)
El tercio fue definitivo. Clavaron cuatro pares de banderillas, ni mejor ni peor el uno que el otro. Equilibrio en la perfección.
De pie, unánime, el público prorrumpió en un grito: ¡‘los dos solos, los dos solos!
Esto, sí, era un reto. Pero un reto para Belmonte.
Sólo que Belmonte y su pacto con el diablo darían, sin más, la respuesta. El último toro dijo la última palabra. Resultó el mejor de la corrida. Y Belmonte se fue a hombros y los otros dos —solos— a pie.
Pero Rodolfo y José habían dejado, sobre la arena de la vieja plaza de toros de Madrid, el tercio de banderillas más famoso de la historia.

Superados todos los retos en el albero, Rodolfo Gaona se enfrentaría a la faena más difícil de su vida. Dominaba todas las suertes. Era un hombre elegante, apuesto y distinguido. Los padres de la afamada actriz Carmen Ruiz Moragas lo vieron como la perfecta tapadera del amasiato que sostenía el Rey Alfonso XIII con su hija. Envolvieron al torero y organizaron una relación que finalmente terminó en boda. Cuando Gaona se enteró, de que había sido engañado y de que había un “tercero” en la relación, se separó de ella. Pero ya era demasiado tarde. Estaba en boca de todo Madrid que la actriz le ponía los cuernos con el mismísimo Rey de España. A consecuencia de los cuchicheos, Gaona sufrió una fuerte depresión y los públicos, a partir del escándalo, lo trataron con dureza y desprecio.

 

El elegante y distinguido Rodolfo Gaona. Fuente: Morente (2013)

Todavía tuvo tardes de triunfo, pero no volvió a sentirse a gusto en ruedos españoles. Un nuevo engaño de Joselito lo llevó a torear una corrida del Marqués de Albacerrada en Madrid. Gallito lo había retado a que fueran los dos a la Capital, pero de última hora canceló su participación. El encierro fue grande y complicado, a Gaona se le vio desconfiado toda la tarde. El público se metió muy duro con él, le gritaron “mamarracho” y le tiraron almohadillas. Orgulloso como era, Gaona se quedó en el centro del ruedo esperando a que el toro se fuera vivo. Fue su última presentación en Madrid. Decidió regresar a México.

Años después volvió a España, pero el sindicato de toreros no lo dejó vestirse de luces. En una tarde en Madrid, el público lo reconoció en el tendido y le pegaron una de las grandes ovaciones que se recuerden en aquella vieja plaza, un tributo a la carrera de un grande. En la tabla 1 se presentan las corridas estoqueadas por Rodolfo Gaona en España.

Tabla 1
Estadísticas de Rodolfo Gaona en España (1908 a 1920)
AÑO
CORRIDAS
TOROS ESTOQUEADOS
1908
6
16
1909
32
76
1910
34
76
1911
48
112
1912
62
146
1913
44
84
1914
19
113
1915
35
74
1916
54
139
1917
54
120
1918
60
122
1919
26
49
1920
18
39
Fuente: (Uno al Sesgo, 1922, p.17)
 

En 1920, Rodolfo Gaona regresó a México convertido en una gran figura. Se volvió un mandón y vivió momentos cumbres. Se recuerdan grandes faenas como las de “Sangre Azul” y “Revenido” de Piedras Negras; a “Faisán” de Atenco, al que le ejecutó cuatro muletazos sentado sobre el estribo y la de “Pavo” de Zotoluca. Fueron épicas las tardes en las que alternó con Ignacio Sánchez Mejías, Ernesto Pastor, Juan Silveti, Marcial Lalanda y Luis Freg, pero ninguno de ellos estuvo a la altura del Califa de León. Llegó a tal nivel su excelencia que, el 14 de enero de 1923, le fue entregada, en forma simbólica, la “tiara pontificia" para investirlo como el “Sumo pontífice del toreo” o como “Papa del toreo mexicano” (Coello, 2013).

A Rodolfo Gaona se le recuerda por su suprema elegancia, por sus gaoneras o, por su otra invención, el “pase del centenario”. Alameda sostuvo que sus valores estéticos fueron superiores a la simple elegancia, argumentando que su secreto estaba en que “les andaba a los toros, pero no sólo en banderillas —en lo que fue insuperable—, también con la muleta. No sólo para ir al toro o para citarlo, sino dentro del desarrollo de la faena, para mantener la reunión entre suerte y suerte, en el enlace de ellas. Andándole, recolocándose sobre la marcha, siempre armónicamente” (Alameda, 1989, p.152).

Pero como hemos visto en este artículo, el éxito de Gaona estuvo en la fortaleza de su carácter. Se sobrepuso a embistes y artimañas de poderosos en México (v.g. Venustiano Carranza) y en España (v.g. el Rey Alfonso XIII), a intrigas, envidias de toreros y hasta al intento de veto de José Gómez Ortega “Gallito”. Su voluntad, templanza y fortaleza fueron superiores a las dificultades. Su carácter le permitió cultivar la sensibilidad de artista y superar cualquier obstáculo o conflicto. De esta manera, dejó un ejemplo para cualquier torero mexicano o americano que quiera triunfar en el complejo y cerrado mundo taurino español.

Como remate, les dejamos un video/homenaje que la Peña Taurina Oficial “Dinastía Arruza” dedicó al Indio Grande, al Califa de León, a Don Rodolfo Gaona: