Después de haber logrado con relativo éxito soportar el soporífero debate entre los candidatos a la gubernatura, me veo obligado a mentarles todo lo mentable a los tibios consejeros electorales, que permitieron que imperara la voz del Señor de Las Fuentes, quien desde el búnker alterno ubicado en la residencia de Fuente de San Miguel, sigue dictando línea al IEE, cobrando las facturas pendientes por los nombramientos palomeados en el pasado sexenio desde la casona de Los Fuertes.

Así las cosas, el primer gran perdedor de ayer, sin duda es el Instituto Estatal Electoral, por haber impuesto en conjunto con los representantes de los partidos morenovallistas un formato anacrónico y retrógrado.

Entrando a los candidatos, lo de Michel Chaín fue patético. La encomienda de atacar a Luis Miguel Barbosa fue tan burda, que más que servir de muralla, resultó una rémora, sumisa y sutil para su proveedora, pero inútil ante los ataques de los depredadores a ésta.

Enrique Doger, es —sin duda— el más estructurado y oficioso de los cuatro. Su formación académica y su experiencia administrativa marcaron claras diferencias, pero su condición de tercero en las preferencias, requería mucho más que ser el más preparado. Los priistas parecen no entender que el lastre de la marca y el estado anímico del electorado requieren de mucho más que ser el más preparado. No aprenden de Meade, quien insiste en convencer a los electores de votar por su capacidad, pensando que pasarán por alto su ADN tricolor. Olvidan que esta es una elección que combina lo visceral con la irracionalidad.

El caso de Luis Miguel Barbosa, fue digno de un análisis de especialistas en boxeo. Sus rivales lo pusieron primero contra las cuerdas y después lo llevaron a la esquina. Los otros tres se turnaron en cada round y lo atacaron sin piedad. Barbosa no puede decirse sorprendido, sabía que se le irían encima y resultó lento en su respuesta. Nunca decidió si fajarse de tú a tú como el mismísimo J.C. Chávez o “El Púas” Olivares, o si contragolpear como Juan Manuel Márquez, o si boxear y quitarse golpes como “El Finito” López.

Ayer, la sapiencia y habilidad del reconocido por sus dotes de buen tribuno se quedaron en simples intentos de respuesta. Ayer no hubo ni ganchos al hígado, ni counters efectivos. Hay que decir que en el postdebate en redes, fueron constantes los que lo victimizaron, porque fue tan evidente la estrategia en su contra, que la solidaridad hacia él no se hizo esperar.

Y en el caso de Martha Erika Alonso, después de ver su desenvolvimiento general, resulta absurda la sobre protección de Moreno Valle. Pareciera que el primero que no cree ni confía en ella es Rafael y su participación fue seguramente mejor de lo que él esperaba. Tengo la impresión que apenas empieza a darse cuenta que lo necesita mucho menos de lo que él cree. Sin embargo, hubo dos momentos de sobre actuación. Cuando dice: “Licenciado Barbosa, perdón, señor Barbosa porque usted no se ha titulado”. Y cuando lo convierte de Luis Miguel en Luisito Rey y ella dice que no es la incondicional. Después del acto de la cartera de AMLO y del Ricky Rickin Canallín, es lo más cursi y banal que se ha visto en estas campañas. Aunque dicen los expertos que mercadológicamente funcionan.

Así las cosas, el debate de ayer seguramente no moverá tendencias, pero sirvió para confirmar lo que ya sabíamos de cada candidato y el papel que cada uno ha decidido jugar en esta elección.

Ni más ni menos.