Me podrán decir que Eukid Castañón no estaba borracho, ni drogado, ni cruzado; pero al que vimos todos a través de docenas de videos tomados por los medios presentes en el Hotel MM, no era una persona normal. Lo que se ve, no se juzga.

Sin justificar que lo hayan golpeado, hay que decir que nadie en su sano juicio puede pensar que el plomero de cabecera de Moreno Valle, que espió, persiguió, encerró, amedrentó y azotó  a buena parte de la clase política de Puebla, podría resolver el conflicto entre panistas y morenistas en el Hotel MM.

Una serie de absurdos externó el oscuro personaje. Dijo que él sólo iba a tomar un café, pero también les dijo que no imaginó que lo fueran a tratar así.

¿Por fin?

Iba por un café o sabía que estaban ahí los seguidores de Morena y que esperaba ser bien recibido.

Tengo la impresión de que a Eukid Castañón no le queda claro el odio y resentimiento que genera entre parte importante de los poblanos.

Si Moreno Valle generó odios y repulsión, imagínense lo que generó su brazo armado.

Y después de esto, por increíble que parezca, a alguien en el PAN se le ocurrió que era buena idea que el verdugo morenovallista haya sido el encargado de resolver pacíficamente este conflicto.

¿A quién se le ocurre apagar incendios con gasolina?

Efectivamente, a Rafael se le hizo fácil convertir al plomero en bombero y ahí están las obvias consecuencias.

Ver para creer.

Y mal empieza Morena en Puebla

Desbordados por el apasionamiento y por los grotescos acontecimientos del domingo pasado, los militantes de Morena en Puebla terminaron haciéndose justicia por mano propia en un acto de violencia reprobable, que dio al traste con una legítima inconformidad que les da elementos para impugnar y hasta anular la elección de gobernador.

Independientemente del cochinero de la tarde del domingo, que por sí solo ya daba pruebas suficientes para la impugnación, lo que sucedió el martes en el hotel MM rompe con las formas básicas para buscar se haga justicia.

Los exabruptos, principalmente del dirigente estatal de Morena, Gabriel Biestro, y de José Juan Espinosa, provocaron que en medios nacionales se hablara más de las acciones violentas, que del fraude electoral en Puebla.

El haber entrado al salón del MM a punta de patadas y puñetazo limpio, y al haber trastocado la presunta mapachera, desvanecieron el peso de las pruebas que pudiesen obtener.

Este columnista dio datos duros desde la tarde del domingo de las acciones delictivas cometidas con una detallada relación de las tropelías, que incluían balaceras, robo y quema de urnas, comandos con armas largas, uso de vehículos oficiales, con horas, direcciones y placas de las unidades.

Esas pruebas, además de las inconsistencias de los órganos electorales y la incongruencia entre las cifras de las otras cinco elecciones y la de gobernador, eran ya pruebas sustanciales para respaldar un recurso para impugnar el resultado de la gubernatura.

Lamentablemente, lo que era un movimiento legítimo, terminó en actos vandálicos que por ningún motivo pueden ser tolerados, sobre todo cuando agrede a todo aquel que se atraviesa en el camino y en donde hasta a los funcionarios que acudieron a atender el conflicto salieron golpeados.

Dudas del resultado tenemos todos y queremos que se actúe con firmeza para aclarar y levantar la mano al legítimo ganador sea Martha Erika Alonso o Luis Miguel Barbosa.

 Sin embargo, la sensatez de los líderes es un punto determinante para evitar la descomposición social de un estado que se ha convertido en un polvorín.

Si en lugar de incitar a la agresión, reteniendo a personas de manera ilegal y allanando los líderes de Morena hubieran creado un cerco, esperando a la FEPADE a que tomara las pruebas y actuara en consecuencia, habría dado un vuelco a la investigación, en donde la seriedad y la certeza jurídica se habría impuesto a la especulación y la violencia que hoy impregnan esta elección.

Lamentablemente, optaron por el camino que conocieron desde hace años: el de la violencia. Es su esencia.