La primera vez que lo vi estaba trepado en un templete, un sábado lleno de sol que abrazaba sin clemencia a un grupo de delegados federales en Quecholac. El rostro adusto, la barba y el pelo lacio y sucio hasta media espalda contrastaba con la almidonada ropa de los funcionarios.

En lugar de los mocasines Ferragamo, aquél traía huaraches; lejos de la ropa almidonada con los emblemas del gobierno de la República de los delegados, una camisa a cuadros desaliñada, sucia. Difícil escapar al estereotipo.

Era Filomeno Cruz Gutiérrez, el edil de Huixcolotla, detenido el fin de semana por portación de armas de fuego y su presunta participación en la ejecución de tres elementos de la policía municipal de Huehuetlán El Grande.

Fue durante mucho tiempo un político local consentido por la plana mayor del priismo estatal, no obstante su militancia en el Pacto Social de Integración.

Para entender la cercanía que este hombre mantuvo con la cúpula del alicaído Partido Revolucionario Institucional, sólo hay que colocar en cualquier buscador en internet el nombre de Filomeno Cruz acompañado de quien se le ocurra haya ocupado una delegación federal, como representante del gobierno de Enrique Peña Nieto.

Humberto Aguilar Viveros, de la Comisión Nacional Forestal; Juan Manuel Vega Rayet, en Desarrollo Social; Juan Carlos Lastiri, subsecretario de Desarrollo Social y luego de la Secretaría de Desarrollo Agrario Territorial y Urbano. También hay fotografías con Jorge Estefan Chidiac y con cualquiera de los priistas que se tenga en la cabeza.

La Fiscalía General del Estado desechó la probabilidad de que el edil de Huixcolotla haya participado en la muerte de los elementos policiacos, pero no podría librar la acusación de asociación delictuosa y portación de armamento sin los permisos correspondientes, como deberá ocurrir con los otros seis de sus socios, secuaces o cómo se les pueda establecer.

Pero una investigación más profunda tendrá que rendir como fruto la participación de este personaje de torva presencia en la sustracción y comercialización de combustibles de los ductos de Petróleos Mexicanos.

Para nadie de los comerciantes en el tianguis de Huixcolotla es desconocido el redituable negocio del huachicol en ese lugar.

Hay comerciantes y visitantes frecuentes que calculan en unos 500 vehículos los que diariamente se abastecen de un producto obtenido en el lucrativo negocio del crimen organizado.

El mercado de ese municipio, de donde salen hortalizas y legumbres para abastecer a todo el sureste de México, es de tales dimensiones que podría quintuplicar el centro de abasto de la capital del estado, ya de por si con una extensión extraordinaria.

Si las autoridades consiguen establecer los vínculos entre este personaje y otros actores de la actividad ilegal del hidrocarburo robado se habrán anotado un punto a favor en medio de un clima de incredulidad y desprestigio.

Y más allá de la causa penal a la que hubiere lugar, estamos ante el ejemplo más nítido de porque la gente le dio la espalda al partido cuyo máximo militante, Enrique Peña Nieto usó como argumento propagandístico “Mover a México”.

Ante el dolor de la gente, su indignación no fue suficiente para evitar subir a los templetes a personajes impropios que lejos de la admiración convocaban horror, indignación o sorpresa.

Para decirlo con mayor claridad, el PRI que presumió como a uno de los suyos a personajes impresentables como Filomeno Cruz en Huixcolotla, o a Carlos Romero Deschamps en la Ciudad de México recibió el castigo de las urnas.

La patanería daña sin remedio y la insensibilidad difícilmente es perdonada por el votante memorioso. ¿O no lo sabían?