Durante un año, en el cuarto 1 del edificio 2 del área femenil del reclusorio de San Miguel, junto a otras 16 féminas, convivió con reclusas de alta y mediana peligrosidad.

Nada importó la argumentación jurídica y menos la política, su caso estuvo perdido por los malos humores del momento, del poderoso iracundo que pervirtió todo, hasta la ley.

En un área de 4 x 4, el cúmulo de presidiarias —incluida ella misma—, vivía la dificultad del hacinamiento: hostilidad, insalubridad, violencia, drogadicción y hasta hostigamiento. Síntomas todos del sistema carcelario en México al que Puebla no escapó.

La consigna fue doblarla a través de la intimidación, fastidio y acoso, como el día que le mandaron a tres internas del penal para golpearla para luego terminar en el área de castigo, sin derecho siquiera a beber agua.

Fabricaron para ello un delito. Con la hiel expuesta, el régimen decidió ponerla tras las rejas por un presunto delito de asociación delictuosa y manejo de recursos de procedencia ilícita.

La vincularon con un presidiario probado que en su momento todo corrompió: Edmundo Tiro Moranchel.

Era el tiempo en que Rafael Moreno Valle, el ex gobernador panista usaba como instrumento político la Procuraduría General de Justicia. Fue tan frecuente esa práctica que la oposición contabilizó unos 300 presos políticos.

El dato exacto debe estar aún en el cajón del escritorio de Víctor Carrancá Bourget, el #FiscalCarnal de ese régimen totalitario y que desde hace meses hiede.

Carrancá fue artífice del expediente amañado que obligó a poner a una mujer sin causa probable, en medio de otras 400 reclusas. Lo demás fue una cadena de abusos y violaciones a derechos humanos básicos dignos de cualquier dictadura.

Sus actividades dentro de ese cuarto de 4 x 4, en el patio o en la enfermería fueron registradas con una precisión de relojero suizo. Qué decía y cómo lo hacía, con quién se reunía y qué le llevaban para alimentarse. Más que acusada por un delito de cuello blanco, era obvio, estaba ahí por una consigna. Fue una presa política.

La bitácora de todos los días paraba en la oficina de un director colocado ahí por el ex secretario de Seguridad Pública, Facundo Rosas, despedido luego porque sus mandos fueron descubiertos encubriendo a los huachicoleros.

Las internas aún la recuerdan cómo la compañera de ocasión que siempre defendió causas desde su condición.

Abogó por atención médica, incluso hasta por la insuficiencia de las seis tortillas para la comida del día para cada una de las mujeres que sin recursos ni abogados eran víctimas del sistema carcelario.

Nada de eso fue documentado por la gran prensa, díscola e interesada, a diferencia del caso de Lydia Cacho, cuando fue aprehendida por el régimen de Mario Marín.

Tampoco ONG’s que acusaran a Rafael Moreno Valle de atrocidades evidentes y palmarias.

Así fue hasta que alcanzó la libertad y que hoy, en la nueva coyuntura post electoral la convierte en una poderosa ex perseguida de Rafael Moreno Valle y su #FiscalCarnal: Dulce Silva, la pareja de César Yáñez, el hombre de más confianza y afecto del presidente electo de México, Andrés Manuel López Obrador.

¿Duerme bien Carrancá Bourget y su protector, el ex mandatario Rafael Moreno Valle?