En medio de esta incertidumbre postelectoral, son muchos los que me preguntan quién ganó la elección en Puebla.

Mentiría si dijera quién ganó, porque en este momento sólo el Trife podrá definir quién será el próximo gobernador o gobernadora de Puebla.

Sin embargo, lo que sí sé, es quién es el gran perdedor de esta elección.

Y no me refiero a ningún candidato, porque en una elección tan irracional como las del primero de julio, es difícil culpar a quién no pudo con el tsunami lopezobradorista.

El resultado adverso de candidatos a gubernaturas, alcaldías, senadurías y diputaciones, no puede ser medido por capacidades o popularidades.

Todos fueron aplastados por la figura de Andrés Manuel López Obrador, quien —nos guste o no— marcó el destino de esta elección.

Retomando el tema del gran perdedor en Puebla, no hay otro nombre que el de Eukid Castañón.

Sin estar su nombre en la boleta, el diputado panista será recordado como el personaje más vergonzoso de este 2018.

Cada vez que suene el nombre de Eukid Castañón, sin pensarlo, vendrá a la mente de los poblanos una patética figura, con los ojos desorbitados, con el dedo meñique limpiándose las fosas nasales, respirando profundamente, externando frases absurdas y dejándose caer al suelo fingiendo ser víctima de una aversión inexistente y lanzando patadas a unos duendes que sólo en su mente vivían.

Ese señor es Eukid Castañón, quien presumió durante todo un sexenio ser el gran operador electoral morenovallista, aunque en los hechos sea el plomero del ex suspirante presidencial.

Quienes saben y conocen el modus operandi de Rafael, tienen claro quién es el autor material de los zafarranchos del domingo de la elección.

Si alguien tiene en riesgo la elección para el morenovallismo, ese es Eukid.

 Si alguien mandó sacar camionetas oficiales del corralón para operar los destrozos electorales, es nuestro personaje en cuestión.

No hay que darle vueltas, por donde se le vea, el plomero del morenovallismo es el gran perdedor de la elección.

En sus sueños guajiros, antes de su aparición en el hotel MM, Eukid soñaba con ser el secretario General de Gobierno de Martha Erika Alonso.

Después de ese ridículo, difícilmente será contemplado para abrir y cerrar la puerta de Casa Puebla, porque hasta para eso se necesita ser un tipo confiable.

Qué tiempos en los que en el búnker de Castañón se espiaba y perseguía a los enemigos de Rafael y fluían los recursos para comprar todo lo comprable en el estado.

Que lejos quedó el miedo que generaba el simple hecho de que sonara su nombre. Hoy en Puebla, la única imagen que existe de Eukid es la del desarrapado personaje que pelea con demonios inexistentes.