El día de ayer un militante priista me preguntó: —¿Qué opinas del desgraciado de Doger?

 —Pensé muchas cosas, porque una pregunta tan abierta y ambigua me llevó de manera obligada a mi mente a recordar muchas de las acciones de Enrique Doger que merecerían el calificativo usado por mi entrevistador.

Me trasladé a los tiempos en los que sus dos principales consejeros y operadores eran Alberto Ventosa e Ignacio Mier.

Y de ahí se vinieron a mi mente los negocios, los excesos y los escándalos, que sumados, hacen una gran historia de terror político.

Basado en esta cascada de sucesos, me angustió poder resumirla para responderle a mi interlocutor, quien esperaba ansioso una respuesta.

Ante mi breve letargo, el priista se apresuró a responder su propia interrogante: “no tuvo madre que haya ido a levantarle la mano a Martha Erika, cuando aún no se enfriaban los cuerpos de los priistas asesinados el domingo de la elección”.

Dilapidaría la frase. Pero venía más.

“Imagínate que nos mataron gente en Zacatlán, Atlixco y en varios lugares más y este cabrón no dejó ni que les guardaran luto, cuando ya le estaba reconociendo el triunfo a la señora.

No sabes la madriza que nos pusimos para tratar de hacerlo ganar, mientras esté ojete ya se había vendido.

”El colmo va a ser que confirmen lo que todos andan diciendo que va a ser secretario porque entonces sí nos vendió a todos los priistas por una pinche secretaría para seguirse haciendo rico.”

Debo decir que en esta transcripción he omitido muchas de las palabras que por respeto al lector prefiero omitir, pero qué ilustran a la perfección la ira y la impotencia de un militante tricolor que si tuviera enfrente al frustrado candidato, créanme, se le va a los golpes.

Quizá este priista haya encontrado respuesta a mi columna del 12 de abril. Vale la pena recordarla

Contracara 12 abril 2018

 ¿Alguien ha visto a Doger?

 Uno de los fundamentos más sólidos que dieron pie a la candidatura a gobernador de Enrique Doger, fue su espíritu aguerrido.

 No son pocos los priistas que aseguran que las derrotas de Enrique Agüera y Blanca Alcalá fueron causadas por la falta de un discurso duro y crítico contra el gobierno morenovallista.

 Ni Alcalá ni Agüera se atrevieron a señalar los abusos y excesos del gobierno y prefirieron hacer campañas descafeinadas, en las que decidieron tomar el cómodo camino de la no confrontación.

 Señalar los excesos del gobernador Moreno Valle lo hacían —a él y a su grupo— presa fácil para quien tuviera las agallas de hacer una campaña valiente con base en la denuncia.

 De ahí que la candidatura de Enrique Doger generaba a los priistas una expectativa distinta sustentada en el sello del ex rector universitario.

 Doger no es personaje forjado en el debate, con un sólido discurso crítico y con una innata capacidad para ironizar. Simplemente se le da. Es su naturaleza.

 Quienes lo conocen, saben que Enrique Doger gusta confrontar y sabe polemizar con la acidez que irrita al oponente.

 Pega donde duele, conjura en lo oscurito, estudia las debilidades rivales y pone el dedo en la llaga.

 Ese es el Doger que hizo creer a los priistas que podían pelear por Casa Puebla.

 Sin embargo, ese Doger no aparece por ningún lado.

 Se lo tragó la tierra, lo levantó la mafia del poder, lo secuestraron, lo desaparecieron, lo asesinaron, lo compraron o vaya usted a saber qué diablos le pasó, pero simplemente no aparece.

 Y de aquel Doger que iba a hacer que ardiera Troya hoy no queda nada.

 Seguramente me dirán que la razón es que oficialmente la campaña aún no inicia; pero la realidad es que para el único que no ha iniciado es para él, porque Barbosa y Martha Erika la campaña ya está en su apogeo.

 Si algo cuenta en esta etapa electoral es la percepción, y en este momento, la percepción en de sumisión.

 Es evidente que detrás de la sumisa y tímida actitud del candidato tricolor hay acuerdos que el grueso del electorado desconoce pero que son evidentes.

 Reuniones privadas entre azules y tricolores podrían explicar que el león se haya transformado en un corderito.

 Hace semanas escribí que Enrique Doger tendría en sus manos la oportunidad de demostrar que las versiones que apuntaban que se había vendido para hacerle el caldo gordo a Martha Erika eran falsas y que con un discurso crítico y demoledor podría borrar esas sospechas.

 Para la mala fortuna del priismo poblano, hasta el momento las sospechas de entrega siguen creciendo.

 Una reunión clandestina en la CDMX puede ser la causante de que el aguerrido Doger esté desaparecido.