Una seria y profunda reflexión deberán hacer al interior de Morena en Puebla, después de confirmar que sin Andrés Manuel, la respuesta a los llamados de este partido se reducen de manera considerable.

La marcha de ayer domingo quedó muy lejos de las multitudinarias concentraciones organizadas para apoyar las aspiraciones presidenciales de su líder.

Hoy, López Obrador, ya es presidente electo y con este hecho, el móvil de las concentraciones masivas ha desaparecido.

Pese a lo anunciado, con excepción de Yeidckol Polevnsky y Fernández Noroña, los pesos pesados del movimiento lopezobradorista, incluidos los gobernadores electos, brillaron por su ausencia.

No se trata de un acto de abandono ni de traición hacia Luis Miguel Barbosa, es un tema de simple inercia. La inercia que implica el arribo al máximo poder de este país.

Así las cosas, sin AMLO como razón y esencia de los movimientos antisistema, Morena deberá reflexionar para decidir si su lucha sigue en las calles, con el riesgo de que vaya perdiendo más y más fuerza; o si la enfocan a los tribunales, en donde está su única y verdadera carta para destronar al morenovallismo.

Ayer leí diferentes versiones, en unas se habla de que ayer asistieron 3 mil, en otras 5 mil y en la más optimista 10 mil. ¿Qué tanto representan 10 mil manifestantes, cuando estamos hablando de una elección en donde votaron casi tres millones de poblanos?

Y para rematar, qué tanto peso puede tener esta marcha en el ánimo de los magistrados federales, al ver que los pesos completos de Morena hoy están más preocupados por disfrutar de las mieles de sus triunfos, que de seguir marchando en las calles, como lo hicieron durante décadas.

Parafraseando a López Portillo, en Morena es tiempo de administrar la abundancia; no de defender una gubernatura como perros.

Los tiempos de guerra pasaron a ser parte del anecdotario. Es ley de vida.

El Consejo Nacional aplasta a RMV

Si Rafael Moreno Valle pensaba aún la noche del viernes que podía ser el líder nacional del PAN, sus sueños se vieron frustrados durante la sesión del Consejo Nacional, en la cual se evidenció la verdadera fuerza que tiene, con apenas una veintena de incondicionales ante 360 panistas que le han dado la espalda.

En sus declaraciones a los medios antes de iniciar la sesión, dijo que el proceso interno debía ser organizado por el INE para que sea una práctica confiable; sin embargo, sus palabras fueron tal vez porque se había enterado que sería arrasado por los consejeros, quienes han condenado lo ocurrido el día de las elecciones en Puebla.

Si se analiza la lista de los integrantes de la Comisión Organizadora de la elección nacional blanquiazul, se concluye que el panismo real se quedó con todas las posiciones.

Destaca que cuatro de los siete espacios son afines a Ricardo Anaya, con ello la figura de Marco Cortez se perfila con fuerza para dirigir los destinos del PAN nacional.

La presidencia de la comisión quedó en manos de Cecilia Romero, quien ya fue presidenta nacional, pero además fue propuesta del grupo de los ex gobernadores panistas, al que no pertenece Rafael Moreno Valle.

Todo hace pensar que habrá una coalición ya que se integra gente de Ernesto Ruffo, uno de los panistas más respetados, y una posición para Felipe Calderón.

Sin el respaldo de los gobernadores es claro que Rafael Moreno Valle en una elección abierta a la militancia sólo obtendría el triunfo en Puebla y quizá en algún otro estado. Seguramente, fiel a su estilo, Rafael esperará el momento para declinar con el pretexto de que el INE no organizará la elección, tratando de negociar la coordinación panista en el Senado.

Analizando los discursos del cónclave blanquiazul queda al descubierto un enfado de las altas esferas para panistas por la que consideran una traición de Rafael, anteponiendo sus intereses personales a los del partido.

Son los costos de la ambición por el poder.

Ni más, ni menos