No fue el mejor del encierro ni el más noble ni el más poderoso, pero fue un toro bravo, hubiera documentado Pérez Reverte si se dedicara a escribir de toros. Su salida fue un gran espectáculo, de libro: “Obra utilísima. Tratado que versa acerca de cómo debe salir al ruedo un verdadero toro de lidia”. Cárdeno claro, enmorrillado, musculoso, cara de rata y por si faltara más belleza, tocadito del pitón izquierdo, así era la fina lámina del quinto de Tenexac. Describo la salida y la estampa de este, pero así fueron todos.

En cuanto sintió que tras de su irrupción cerraban la puerta, volteó con toda la intención de saludar de cuerno al torilero.  De ahí, la bala de cañón plomiza salió disparada a un burladero de aguantar desde donde lo llamaba un subalterno. Llegó metiendo el freno a fondo y luciendo todo el esplendor de su preciosa estampa. Entonces, galopó a los medios, dueño y señor del ruedo, se revolvía elástico, era un toro de bengala. Volteaba para allá o para acá, atendiendo al más mínimo movimiento de cualquier triángulo rosa, que discreto ondeara desde el burladero. Entonces, otro peón tuvo la osadía de llamarlo, el bravo se arrancó como un relámpago, remató en medio del entablerado y sintió que era un sitio propicio para dejar clara su advertencia. Sacando astillas y chispas se ensañó con la madera. Nada más sintió que el pitón había perforado una juntura, y empezó la andanada. Uno, dos y tres… burladero al aire, hecho trizas, uno, dos y tres tablones en el redondel, hubiera escrito el maestro Benítez Carrasco. 

Colmillos y garras pelados, tenían azorados a los de la cuadrilla, pero no al Payo que en plan Sandokan -los movimientos felinos y furiosos del toro podrían ser muy apropiadamente descritos por Emilio Salgari- le endilgó una serie de verónicas largas y templadas, para rematar con una señora media que atemperó al tigre. Luego, se apagó el toro y se difuminó El Payo.

Eran toros y por eso, la corrida fue muy emotiva. Las hechuras armónicas de los cárdenos claros que cría don Sabino Yano Bretón -de salida aplaudimos cinco de seis- se vieron completadas con un comportamiento bravo en general. El primero fue bueno, aunque le faltó castita y a Pizarro le sobró discreción. El tercero, estupendo fue toreado con muy buenas maneras por Héctor Gabriel. Luego, vino lo del quinto narrado párrafos arriba y que se atenuó en la muleta. Al final, salió el sexto, superior, un toro de lujo.

El niño que fue mi compañero de programa de radio, se hizo hombre y de los grandes, porque se convirtió en matador de toros. Héctor Gabriel se hizo del sexto poniendo la pierna de salida adelante. Fue el más chico del encierro, pero tenía mucha bravura. El joven torero no se amilanó un segundo y largó lona a verónicas de marca legítima. Con la muleta citaba largo y despedía lejos a “Castillo” con temple desvanecido y muchas ganas de ser figura, enhilaba los pases. Cuando se tiró a matar, echó el corazón por delante, ¡estoconazo!, el toro se vino a tierra, como si lo hubieran desconectado y el matador se fue a la cumbre a besar la gloria.

Al final, Federico Pizarro vulgarizó la gran tarde de los Tenexac, inaugurando la sucursal Teziutlán del pase pedestre. Regaló un eralito de Coyotepec, que por su edad y nimia presencia ha sido una ofensa para esta feria del toro. Farándula rodilla en tierra y mucha música. El diestro se despidió de la afición teziuteca haciendo el deleite de los simplones que en el tendido se entremezclaban con los buenos aficionados, los primeros dichosos, los otros contorsionándose en caldo de bilis.

Por lo demás, lo de siempre, los puyazos atómicos, las cuadrillas tramposas, aterradas, poquita cosa y los cronistas mentirosos –algunos, no todos-, que se arrastran en pos del saludo de un torero o de la invitación de un ganadero. En oposición a todos, los toros quijotescos sacando la casta a pesar de las marrullerías y salvando la tarde y salvando la fiesta y salvando la grandeza del toreo.

Seriedad, bravura, casta, belleza, estética, a veces buen toreo, amor a la tauromaquia. Piedras Negras y “Mezcalero”, Tenexac y “Castillo”, más sus hermanos, más los De Haro que aún falta feria, tardes de toros garantizadas, amables espectadores: su completa satisfacción o la devolución al Relicario o a la Ranchero o la Taurina, que corriditas mediocres sobran. Feria del Toro nos has afilado la afición y renovado el taurinismo. Feria de la Bravura, todavía existen la casta larga, el vino estupendo de las buenas embestidas y los animales totémicos de liturgia. Puede que un día, en Teziutlán se asiente la catedra del toreo. Toros con sangre de toro en las venas, con comportamiento de toro, con fiereza de toro, con estampa de toro. Así de paradójico.