En mi videocolumna ZonaZero del pasado domingo, hice un recuento de la historia de encuentros y desencuentros entre Rafael Moreno Valle y Fernando Manzanilla.

En apenas ocho minutos relaté a grandes rasgos una de las historias que más han generado suspicacias dentro del círculo rojo local.

La cercanía entre estos dos personajes durante largos años es del dominio popular.

Su relación de amistad, de parentesco y de proyecto común de vida es incuestionable.

Todo, hasta que la falta de palabra de Rafael, terminó con esa fraternidad nacida en sus juventudes en algún lugar de Boston.

Si de algo siempre se ufanó el nieto del general fue de saber cumplir su palabra. Sin embargo, son muchos los testimonios que demuestran que la traición y la deslealtad son parte de su ADN.

La prometida alcaldía no llegó a manos de Manzanilla, quizá porque su condición de cuñado no la hacían conveniente para los sueños presidenciales del entonces gobernador.

La palabra incumplida fue el inicio de una ruptura, que inició con un distanciamiento y culminó con un odio de niveles insospechados.

 Una prolongada ausencia del escenario político le sirvió al ahora cuñado incómodo para planear su regreso y también su venganza.

Con la duda permanente sobre la veracidad de la ruptura, Manzanilla dio muestras timoratas para legitimar su nueva cara política.

En diversas columnas y en programas aseveré mi convicción sobre la autenticidad de esa ruptura llevada al odio.

Su inclusión en el ejército de operadores lopezobradoristas debió pasar varias aduanas hasta que llegó el palomazo final.

Con su reconocida habilidad, encontró en el Partido Encuentro Social la llave para asegurar una curul, ya que fue candidato en las dos vías: plurinominal y uninominal.

Así, como a él le gusta, sin correr riesgos se abanderó en la Alianza Juntos Haremos Historia y se convirtió en diputado federal electo.

No sorprende que hasta que se sintió cobijado por el nuevo grupo en el poder haya embestido con fiereza a su otrora amigo y compañero.

De cómplice del huachicol no bajó a Moreno Valle, recibiendo pronta respuesta del porqué no lo denunció cuando fue el secretario General de Gobierno de ese mismo gobierno.

Más allá de los dimes y diretes entre ambos, lo que destaqué en mi comentario es la repentina valentía de quien se escondió durante años, para aparecer repentinamente cuando se sintió empoderado.

De momento, apareció en escena un “valiente” con pistola en mano.  Sin duda, esta historia tiene más entuertos, que cualquiera de las exitosas y adictivas series de Netflix.

Y ante mi comentario en el que hablé de su actitud cobarde, vino su iracunda respuesta.

En su cuenta de Twitter comentó que mi videocolumna era un “buen resumen de la versión que vende el morenovallismo”.

Ahora resulta que Manzanilla me acusa de comprarle historias al grupo de su cuñado.

Siete años en esta trinchera, para que un desertor venga a cuestionar a quienes hemos aguantado metralla.

Solo hay más que revisar las páginas de Intolerancia Diario para confirmar nuestra permanente denuncia contra el ex gobernador por el crecimiento desmedido del huachicol en Puebla.

En Intolerancia Diario no requerimos de una diputación y del fuero que esta implica para mantenernos firmes en nuestra denuncia periodística.

Muy fácil y cómodo le resultó a Manzanilla observar —muy a la distancia— la lucha desigual que librábamos contra los excesos de un gobierno del que él fue parte.

Porque la persecución que vivimos se dio desde que él era el secretario General de Gobierno de Moreno Valle.

En esto hay que tener memoria.

Se unen los desertores

Y ya que hablamos de deserciones. Llama la atención que Fernando Manzanilla esté formando un equipo de trabajo basado en personajes con el mismo ADN. Apunten al ex yerno de Rosario Robles, el ex diputado priista Paco Ramos y al que fuera jefe de la oficina de Moreno Valle y ex diputado federal panista Juan Pablo Piña.

Y estos sin contar los que se acumulen esta semana.

Es su naturaleza.