Al término de un mandato inevitablemente, tal como lo refiriera en Mis Tiempos del ex presidente José López Portillo, el principio del fin evoca nostalgia, reflexión y reconocimiento de errores. Y del título de esta columna inferimos que una ruta de regreso, será algo cercano a lo imposible, si desde el partido  político que nos sustentó como gobierno los últimos seis años se sigue en la inercia de defender lo indefendible y de resistir a un cambio que hoy, de la mano de esa nostalgia se ha convertido en una cruenta realidad para todos los priistas.

Hemos soltado el gobierno por mandato popular, por el voto que castigó excesos y yerros que en una administración que buscó la vanguardia internacional para nuestro país, fueron siempre puestos en relieve muy por encima de una estrategia de comunicación que contradijera lo desastroso que se quiso hacer ver de la más reciente presidencia. Muy a pesar de la intensa campaña de comunicación en torno al sexto informe de gobierno poco puede decir ante una realidad adoptada por el común de los mexicanos. Poco permean los logros conseguidos cuando ante un Andrés Manuel entronizado como el Gran Tlatoani, existe sola una verdad definida: virar el timón a 180 grados.

Y siendo justos en el análisis mucho se hizo desde hace seis años para lograr el cambio de estructura de la nación que definiera un verdadero proyecto de país plasmado en un consenso como punto de partida (Pacto por México).

Los números no mintieron a los largo de los años: 2 por ciento de crecimiento anual del PIB en promedio así como reservas por cerca de 175 mil millones de dólares y lo que finalmente no se podría torcer en la cifra, 3.7 millones de empleos formales, cifra mayor a lo logrado en las dos administraciones panistas que antecedieron.

Sin embargo, los notorios excesos tanto políticos como económicos, de un círculo de colaboradores que generalmente actúan en nombre de, y oficiosamente por el mandatario, hicieron del dispendio y la soberbia un camino común. Ahí donde ahora el presidente requeriría de férreos defensores de lo que en el priismo llegamos a estimar irreversible, aquellos actores que de manera directa tuvieron la responsabilidad de transformar al país, hoy sencillamente son siluetas desdibujadas que dejan al presidente arrinconado en soledad.

Mucho se hubiese esperado de actores políticos vinculados al partido, para que hubiesen esgrimido argumentos de defensa inmediata ante lo que parece avecinarse sin remedio: un avasallante y una única voluntad del nuevo ejecutivo federal con un Congreso que difícilmente cuestionara sus decisiones.

Preocupante y vergonzoso resulto así la abyección de diputados de MORENA donde lejos del patriotismo y la objetividad, en su primera congregación legislativa, no tuvieron mejor desatino que corear a todo pulmón “¡Es un honor estar con Obrador!”

El acto que en este día congrega a una clase política disminuida por la derrota, y dubitante por el futuro, representa un cierre de tradición republicana del cual será interesante sacar conclusiones. A priori, las cifras e indicadores no nos llevan a un mal panorama, sin embargo la gran mayoría en la composición del ánimo del gobernado respecto de un buen actuar de gobierno, se da en el campo de la percepción. Percepción que avasalla por el profundo adeudo en calidad de vida y mejora de condiciones de más de 60 millones de mexicanos, por el tema que a todos lastima: la inseguridad, por la sensación de abandono que pesa en muchos de los rincones del priismo tradicional, a quienes nunca se les abrió la puerta con júbilo y decisión hacia un gobierno federal que incluso en las estructuras estatales solapó a traidores de la causa partidista.

Hoy más que celebrar tendríamos que ser auténticos activos de la discusión de temas que ya rondan en el aire como desatinos del gobierno entrante. Tendríamos que adueñarnos de una vez de las causas que MORENA nos arrebató de las manos por estulticia o flojedad.

Textos como La Silla del Águila de Carlos Fuentes, La Herencia de Jorge Castañeda, Mis Tiempos de López Portillo, Palabras Mayores de Luis Spota, entre muchos otros nos hablan de la despedida de facto de los escenarios políticos del presidente, una vez que rinde su último informe de gobierno.

De la pesada losa del juicio crítico de una sociedad mexicana que hoy embelesada ante el cambio no avizora que todo lo repudiado en las viejas prácticas priistas, es precisamente aquello que parece asomarse en el estilo de gobierno de AMLO.

¿Seremos callados testigos, o vigorosos actuantes con argumentación y justificaciones ante los temas controversiales? De ubicarnos en el primer supuesto sin duda si…fue el último y nos fuimos para no regresar.