Dos hechos pintaron de negro este lunes para Rafael Moreno Valle.

El primero se dio con la confirmación del acuerdo de la cúpula panista, al perder la posibilidad de ocupar la Secretaría General del PAN, desde la que pensaba relanzar su proyecto presidencial.

Y aunque quiso disimular su molestia por el acuerdo de Héctor Larios de sumarse a la fórmula que encabezará Marko Cortés, la realidad es que al sellarse el pacto entre estos dos grupos, a Rafael lo dejaron cruelmente marginado.

La derrota política morenovallista crece con la decisión de que sean los propios senadores panistas los que elijan a su coordinador parlamentario.

Moreno Valle sabe que es casi imposible que los senadores voten a su favor, sobre todo porque la mayoría de ellos pertenece al grupo que respalda a Marko Cortés, además de que existe un repudio por la traición de la semana pasada, cuando Rafael abandonó el recinto legislativo para omitir votar contra su viejo aliado político Manuel Velasco.

De aquí a diciembre, el ex gobernador deberá hacer circo maroma y teatro para convencer tanto a sus compañeros como al futuro presidente blanquiazul, para que lo acepten como su coordinador parlamentario.

Un error, un exabrupto o uno de sus clásicos berrinches serán suficientes para marginarlo de este premio de consolación.

Lo que es una verdad de a kilo, es que ayer lo dejaron chiflando en la loma.

Está cosechando lo sembrado, me dijo con risas un pianista poblano.

El otro hecho fue la derrota que la fracción morenovallista sufrió en el Congreso del Estado, donde Morena hizo valer su mayoría, con el respaldo de los diputados priistas para estar en la Mesa Directiva.

A Moreno Valle le pagaron con la misma moneda, se incluyeron a diputados del PRI y Verde, pero se dejó fuera al PAN.

 Además de comprobó que ahora van por la presidencia de la Junta de Gobierno y están cerrando los espacios al morenovallismo.

En un grave error de cálculo, los diputados panistas intentaron —como medida desesperada— bajar de la presidencia a José Juan Espinosa, quien llevaba amarrada la posición con el aval de la dirigencia de Morena y PT.

Con la creatividad de un pintor de brocha gorda, Marcelo García y su bancada propusieron que la Mesa Directiva estuviera compuesta únicamente de mujeres, por un tema de supuesta equidad de género.

Se la pusieron tan fácil a Morena, que hasta la novatez de sus legisladoras pasó inadvertida, al grado de que la más joven de esta legislatura Vianey Romero exhibió la burda propuesta de Acción Nacional.

En reacción al mayoriteo legislativo de Morena, acusándolos de no apoyar a las mujeres, Marcelo decidió abandonar el recinto con todos sus diputados.

Bien dicen que el “quien las hace, no las consiente”.

Tras dos legislaturas de aplanadora azul, no pudieron con la idea de que esa misma pero con color distinto los va a aplastar cada vez que se les antoje.

Mucho deberá trabajar Marcelo García en su paciencia, porque cada vez que se salga del Congreso estatal dejará vacante un espacio que en términos numéricos le pueden generar un vacío que bien aprovechando por Morena los puede poner en condiciones de alcanzar por momentos la mayoría legal de dos terceras partes, con las consecuencias que esto implicaría.

No hay que olvidar que de acuerdo al reglamento del propio Congreso del Estado, en caso de abandono, su voto se tomaría a favor de la mayoría, alcanzando fácilmente los 31 votos requeridos.

Un capricho de estos en una sesión donde estén en juego reformas de fondo, como la concesión del agua, los fideicomisos, la información clasificada, los contratos de las PPS o cualquier reforma constitucional, les puede costar más caro de lo que imaginan.

Del feminismo de Serena al de Marcelo

El sábado por la noche, la cancha central de Flushing Meadows fue el escenario de un monumental sainete feminista de la mejor tenista de todos los tiempos Serena Williams.

Ayer lunes, el diputado Marcelo García cayó en otro acto de feminismo malentendido en el Congreso del Estado.

En mi próxima entrega retomaré el tema implorando que dejen de usar a las mujeres para temas que nada tienen que ver con la equidad de género.

Por hoy me quedo con una frase utilizada ayer en El País por Isabel Valdés en el marco de la polémica desatada por Serena Williams: “Usar el feminismo como justificación para cualquier cosa es una manipulación de los valores del movimiento, los debilita y convierte el discurso en una trampa”.

Ni más, ni menos.