Permítanme esta vez iniciar con un hecho ajeno a nuestra aldeana política, pero que de manera indirecta se enlaza con hechos sucedidos en Puebla, en los que se enarbola el feminismo de manera equivocada.

El sábado por la noche, no se hablaba de otra cosa por todo Nueva York que del desmedido capricho de Serena Williams.

Enojos y berrinches como el de la tenista los escenificaron anteriormente otros norteamericanos. No obstante, ni leyendas como Jimmy Connors o John McEnroe cayeron en la simpleza de la menor de las Williams, quien justificó sus exabruptos bajo el argumento de ser víctima de un ataque del árbitro por el hecho de ser mujer.

Un interesante artículo titulado “Por qué no todo es machismo”, explica a la perfección la forma en la que algunas mujeres, como la tenista multicampeona, utilizan el feminismo para generar percepciones de víctimas, alejándose de los legítimos motivos del verdadero feminismo.

 Y es que en un absurdo del tamaño del estadio Arthur Ashe, Serena despotricó contra el experimentado Carlos Ramos, quien en su papel de juez central, no hizo otra cosa que aplicar el reglamento.

Entre otras lindezas, esto fue lo que le dijo la estadounidense:

“¡Eres un mentiroso y un ladrón!”. “¡Soy madre, antes pierdo que hacer trampas!”. “¡Me debes una disculpa, me debes una disculpa!”. “¡No me volverás a arbitrar nunca más! ¡Es porque soy una mujer y lo sabes! ¡Si fuera un hombre no me harías esto!”. “¡Estás atacando mi personalidad!”.

Lo que no dijo, ni aceptó Serena es que sí recibió instrucciones tácticas desde las gradas por parte de su entrenador, lo cual fue reconocido por el propio coach Patrick Mouratoglou.

El reglamento de tenis es muy claro, si un jugador recibe coaching será amonestado (1er warning).

Si un jugador rompe una raqueta será amonestado y en caso de ser su segundo warning, perderá un punto. Si un jugador ofende a un juez recibirá una sanción, que al tratarse de la tercera sanción en el mismo partido, perderá un juego de ese set.

En resumen, la sanción del juez Ramos no fue por ser madre, ni por ser mujer y mucho menos por ser un ladrón; los castigos fueron por su conducta antideportiva contemplada dentro del reglamento internacional.

A nadie se le puede acusar de misógino por aplicar la ley o las reglas. Y mucho menos cuando las que se enfrentaban en la cancha eran dos mujeres.

Un día antes, la semifinal varonil era arbitrada por una juez de silla mujer y, un día después, la gran final masculina fue también arbitrada por otra silla mujer.

Si un deporte ha dado espacios de igualdad plena a las mujeres, ese es el tenis. Y no recuerdo ni a Roger Federer o a Rafael Nadal reclamar que las mujeres ganen los mismos premios pese a que ellos juegan los Grand Slams a tres de cinco sets con el desgaste y riesgo a lesionarse que este sobre esfuerzo representa.

Sin embargo, no faltaron las feministas radicales, que antes de preocuparse por conocer el contexto de este show, se lanzaron en defensa de la tenista. Por fortuna, fueron las menos.

Prostituyen el feminismo en el PAN

Y de la Gran Manzana nos trasladamos a la Angelópolis para comprobar que no es un tema de fronteras este mal del feminismo radical, que nada tiene que ver con el auténtico movimiento feminista.

Lo sucedido el lunes es una muestra de cómo la política puede prostituir un movimiento legítimo y fundamental como el feminismo.

Sabiendo que, en estos tiempos, cualquier postura por dar preferencia a las mujeres es muy bien visto socialmente, la fracción parlamenta morenovallista en el congreso local intentó sorprender a Morena para que fuesen mujeres las que presidieran la legislatura.

Así de golpe, puede resultar una interesante propuesta, aunque en el fondo, no se trataba de un asunto de género, sino de una burda estrategia para impedir que José Juan Espinosa fuera asumiera la presidencia de la mesa directiva.

Apostando a la ingenuidad de los poblanos, pensaron que pegaría mediáticamente, pero nadie en su sano juicio podría tragarse ese cuento. A otro perro con ese hueso.

Para futuras estrategias, Marcelo García y sus asesores deberán ser mucho más creativos, porque esta vez fueron el hazmerreír de todo el círculo rojo.

En el PAN deben dejar a un lado esa bandera, porque entre la famosa violencia de género en la campaña y ahora las disfrutadas propuestas feministas para evadir a los incómodos ya agotaron el modelo.

Para rematar dejó esta pregunta en el aire:

¿Por qué no propusieron una mesa directiva de puras mujeres cuando el PAN tenía mayoría en el Congreso?