Sin importar el partido, los proyectos personales, las ambiciones económicas y las condiciones de género, esa es la pregunta que todos los políticos debieran hacerse en este momento.

En caso de confirmarse a Martha Erika Alonso como gobernadora, en Puebla estaremos ante un escenario inédito, en el que por vez primera el Ejecutivo y Legislativo serán emanados de partidos diametralmente opuestos.

Pero más allá de los partidos, los poblanos seremos partícipes de un choque de trenes en donde no hay puntos de convergencia, pero sí muchos de divergencia.

Incluso, la palabra divergencia me suena sumamente laxa, porque en realidad, lo que se percibe es una mezcla de odios y resentimientos entre el morenovallismo y los grupos opositores.

Hoy no quiero entrar en los detalles y las razones de estos sentimientos encontrados; pero sí quiero insistir en que existen y que este encono puede dañarnos más a los poblanos, que a los intereses de los supuestos interfectos.

Si analizamos lo sucedido en Puebla entre morenos y morenovallistas, no necesitamos ser genios para deducir que a ambos los mueven más sus fobias que sus intereses en favor de los poblanos.

O acaso, en medio de todas las descalificaciones escuchadas en la última semana, ¿alguien supo de alguna propuesta que nos beneficie a los que habitamos este estado?

Obviamente no.

Su pleito callejero nada tiene que ver con nosotros. Es un asunto de poder, en el que los miembros de Morena y del PAN buscan adueñarse del gran botín que representa Puebla.

El problema crece cuando nos damos cuenta que en ambos lados, no existe una solamente brillante capaz de concientizar a estos trogloditas que no entienden que antes que todo, estamos más de cuatro millones de poblanos implorando por un poco de sensatez.

Les guste o no, ambos bandos buscan que le vaya muy mal al enemigo político sin importar que eso represente que a los de a pie nos cargue el payaso.

A toda madre nos salieron los políticos poblanos, que en Morena quieren que —en caso de ratificar el triunfo de Martha Erika— se desmorone el estado; mientras que en el PAN desean que a López Obrador se le caiga a pedazos el país.

Bonita fregadera.

Y en el caso de Puebla, con el Congreso del Estado con la mayoría de Morena, sus diputados parecen más preocupados en boicotear que en transformar y dignificar Puebla.

Antes que cualquier diputado de Morena —a las pruebas me remito— he insistido en la cancelación de la concesión del agua, en el fideicomiso que maneja el impuesto sobre la nómina, los contratos de PPSs por el CIS, el Museo del Barroco, la Rueda de la Fortuna y el Teleférico.

Son exigencias de los poblanos. Pero de eso a llamar a una rueda de prensa para que José Juan se tire al piso porque el estacionamiento de los diputados locales esté en mal estado, me parece una muestra de que no se trata de nosotros los poblanos, sino de sus fobias e intereses personales.

Y es ahí en donde debemos detenernos para preguntar: ¿Para qué queremos está oportunidad histórica de tener un Congreso adverso a Casa Puebla?

¿Para construir un mejor estado, o para construir nuevos proyectos personales?

¿Tiraremos a la basura este privilegio?

 Veremos y diremos.