Inquieta el proceso de transformación política de Héctor Alonso Granados, hoy diputado de la coalición Juntos Haremos Historia. Empresario exitoso de alimentos industriales en Puebla y Tlaxcala, ha sabido abandonar los proyectos políticos en los que se embarcó en al menos, tres ocasiones históricas.

Fue miembro conspicuo del Partido Revolucionario Institucional de Mario Marín Torres, cuando este ex gobernador dictaba en vidas y haciendas y eso incluye la vida parlamentaria.

De otra manera, Alonso Granados no habría llegado a la presidencia de la poderosa Comisión Inspectora, garrote político del mandatario en turno para mantener el control de ediles y sujetos de observación en la escena pública.

En la campaña de 2010, ya con el neopanista de ese año y candidato a gobernador, Rafael Moreno Valle decidió que era un buen gesto democrático ayudar a esa causa, de la que ahora despotrica.

Llegó al extremo de repartir actas de nacimiento apócrifas que documentaban la supuesta nacionalidad guatemalteca del adversario priista, Javier López Zavala.

Llegó a una diputación local bajo las siglas de Nueva Alianza, el brazo político de otra impresentable como Elba Esther Gordillo, la ex lideresa magisterial y madrina de Moreno Valle y a quien sus seguidores pretenden inmortalizar en ese apotegma de salud pública: la honradez como forma de vida.

En el cenit del poder del grupo de Moreno Valle, Alonso Granados comenzó a dar muestras extrañas de conducta pública. Rivalizó hasta la ofensa con su nuevo compañero en esta nueva aventura legislativa-la tercera-, José Juan Espinosa Torres, entonces diputado del Partido Movimiento Ciudadano de donde saldría con la venia del gobernador en turno para ser candidato a presidente municipal de San Pedro Cholula.

El ahora presidente de la Mesa Directiva y líder del Congreso y Alonso Granados están unidos en la coalición Juntos Haremos Historia. Abstracciones de la política: ambos se subieron al tren de Morena y los dos llegaron a sus diputaciones por distritos en los que jamás hicieron política en la capital del estado.

Un pasaje que evidenció su talante sucedió con Ignacio Molina, ex secretario general del Ayuntamiento de San Pedro Cholula, entonces asistente legislativo de Espinosa Torres. Lo conminó a salir de la sala de plenos con un tono homofóbico que debió haber sido denunciado ante la Comisión Nacional para Prevenir la Discriminación. En un sistema en el que se privilegia al poderoso, el legislador no fue amonestado ni con el pétalo de una llamada telefónica.

No ha sido la única ocasión que consigue pasar por encima de la dignidad de perfiles de menor rango al suyo: en la primera sesión ordinaria de la LX Legislatura los fotorreporteros que cubren las actividades legislativas no pudieron ingresar al salón de plenos. Alonso Granados se cobró así una vieja factura del pasado con el gremio. Una pírrica victoria, pues.

El 20 de enero de 2011, como diputado de Nueva Alianza, sacó a empujones al reportero gráfico Luis Hernández por el hecho de haber contestado una llamada en el recinto legislativo. En su cuenta de Twitter el iracundo legislador escribió que “el que rompió el orden y le faltó al respeto a un diputado fue un fotógrafo mal educado”.

Hernández denunció, pero nada sucedió. El tiempo pasó y el ahora diputado neomorenista está de regreso, ahora es presidente de la comisión de Seguridad Pública, lo que lo convierte en un auténtico policía del Congreso.