Había empezado a llover, podía escuchar unas cuantas gotas golpeando el tragaluz de mi recámara. Fiel a mi costumbre, salí para ver de cerca la magia de la lluvia. Las gotas caían con más frecuencia. El sonido que producen al caer es único. Levanté la cabeza para ver como las hojas del naranjo rebotaban el agua que les caía, el sonido era distinto. Al tiempo escuché, a lo lejos, el clásico rugido de un poderoso rayo.

Esto, trajo a mi memoria, el sonido de las olas cuando rompen, el sonido del viento, el canto de los pájaros, el ronroneo de mi gato, el sonido del agua que corre por el río, la risa de un niño, las palabras, un suspiro, el chasquido de los leños en la chimenea… cuánta magia, cuán grande es la variedad de sonidos que existen. ¿Quién los inventó, cómo, por qué existen? Es hermoso imaginar que alguien hubiese creado esto, el sonido. Estamos tan acostumbrados a él que, pasamos por alto este acto de magia inigualable. Simplemente no puedo concebir el hecho de que cada cosa, de que cada quien, tengan su propia voz y que sea un acto casual de la naturaleza.

Se supone que en el principio de la creación no existía nada y, luego, estalló el Big Bang. Entonces, lo único que debería de existir, tendría que ser el tronido de una mega explosión… pero no es así porque hasta los soles y los planetas y el universo completo tienen su propio sonido, su propio lenguaje que, a veces, se asemeja al canto de las ballenas o al sonido que producimos al caminar. Todo, todo, produce un sonido único, aún el silencio que al aparentar estar callado, produce un susurro sedante que se funde en el sueño.

En cada sonido hay algo de mí y del creador del universo entero. No, no temo pensar en la existencia de un creador del sonido y de todo lo que existe en el universo… Me es imposible imaginar que todo esto sea la obra de una simple “singularidad espacio temporal”, que por lo visto, posee una inteligencia y una imaginación inconmensurable.