Dos caras de una misma industria ofrecieron en las últimas horas espectáculos que los pone como deficitarios estrategas en el trazo de líneas generales para la lucha por el poder. Candil de la calle... oscuridad de su casa, reza el viejo refrán que seguro ya no aparece en los manuales que son frecuentados por esta casta pensante.

Marcelo García Almaguer, el ex coordinador de comunicación de Rafael Moreno Valle, tan habituado a dictar líneas editoriales en medios adictos a ese grupúsculo y Armando Rocha, un desconocido director de Comunicación de Claudia Rivera, la edil de la capital, tropezaron escandalosamente.

García Almaguer se ha asumido como experto en branding pero perdió ayer el equilibrio frente a dos reporteras que preguntaban sobre su ausencia en una jornada de trabajo legislativa el viernes: ¿te interesa saber... quieres mi itinerario?, respondió fuera de sí el coordinador de la bancada del Partido Acción Nacional sin detenerse a pensar que su perfil ahora es tan público como el de los clientes a quienes en el pasado asesoró.

Dominado por el enojo de un mal día, preso de la tensión y el estrés cometió un desliz que lo ratificó como un personaje irascible y proclive a la amenaza disfrazada por la “impertinencia” de dos informadoras que consultaban a un personaje público en un recinto oficial: gesticuló.

Fue como regresar al pasado en que pedía castigos o ceses de trabajadores de los medios incómodos a los ojos de su patrón o los propios, a quienes castigó con el dinero público que manejó como patrimonio personal, muchas veces de espaldas al escrutinio a quien debía cuentas.

El otro fue Armando Rocha, a quien la mitología urbana lo ha vinculado con el consultor iracundo que ayer perdió el aplomo como legislador panista. Lo demás es lo de menos porque en realidad el director de Comunicación Social de la presidenta municipal, Claudia Rivera es un desconocido en Puebla, lo que lo convierte en un verdadero  don nadie.

Por eso decidió, o alguien sugirió organizar un desayuno entre los reporteros de la fuente, para presentarse ante los reporteros con lo que exhibió debilidades sustantivas cuando de trabajar con eficacia se trata: bajo los reflectores, Rocha es ahora más escrutable que nunca; restó luces a quien debe lealtad, a la edil capitalina y su debut ocurre dos semanas después del arranque del gobierno de la ciudad que ha acumulado más negativos que información positiva en tan breve tiempo.

El impulso de presentarse dos semanas tarde, ante la fuente del Ayuntamiento no sólo llega a destiempo sino que es además, torpe porque adolece de tacto y olfato en la arena pública, una circunstancia que ofrece una explicación en sí mismo de que la política real desde la esfera municipal es ajena a este consultor a quien se improvisó en la función para la que se requiere más tacto que libros sobre consultoría pública.